Ni vacaciones, ni pluses por horas extras, ni hablar de ponerse malo, porque no se lo puede permitir. Tampoco se puede permitir hacer huelga, ni si quiera protestar. Es autónomo y si quiere pagar las facturas a final de mes lo único que le queda ahora mismo es trabajar, trabajar y trabajar.

Y si no hay trabajo, se lo inventa. No tiene una empresa grande, apenas tres trabajadores a su cargo. Pero ellos también comen, también pagan la luz, el agua, el teléfono y visten a sus hijos y les dan de comer… y cuando oyen que los funcionarios protestan porque les congelan el sueldo, enloquece de rabia. Al final, el sueldo de los funcionarios también sale de su trabajo. Él, que ya casi no tiene, porque todo el mundo está igual. Los autónomos han sido los grandes olvidados de esta crisis. Los políticos se han llenado la boca con ayudas mal gestionadas que han llegado tarde, mal y poco. Y lo peor es que hay dinero para ayudas que tampoco llega por la pésima gestión de unos políticos que no han trabajado, muchos de ellos, en empresas privadas en su vida. Ayudas que tampoco son la solución, Alfonso Rojo, el presidente de Pimeef, lo dijo bien clarito, «no nos den ayudas, bájenos los impuestos». Al final en España siempre nos pasa como en el cuento de la Cigarra y la Hormiga.

Cuando vienen las vacas gordas y tenemos dinero, en vez de guardarlo, nos lo gastamos en idioteces. En informes que no interesan a nadie, en estudios millonarios que se quedan en cajones de muchísimas instituciones. En Alemania lo tienen claro. Guardan para cuando no haya. Y ahora, cuando viene el frío invierno, no encuentran la caja tan vacía y ayudan a las empresas, el 70% de la facturación (oficial) de ejercicios anteriores.