El maldito COVID-19 no sólo nos ha cambiado nuestra forma de vivir. También ha cambiado los belenes navideños de forma demencial y deprimente.

El pesebre, tras un largo confinamiento, está lleno de excrementos de buey y de mula, y no cumple las más mínimas normas de higiene. San José y la Virgen María son dos pobres y, como no tienen dinero para sprays higiénicos, les han prohibido las visitas en el interior.

Este diciembre, el niño Jesús ha nacido en Wuhan. Un dron le ha trasladado a Nazaret. Y al poco rato estaba en la UCI porque se ahogaba con la mascarilla. Unos abnegados enfermeros han colgado su foto en Instagram.

María está muy deprimida porque unos inmigrantes, muertos de hambre en una patera, se han comido a la Paloma del Espíritu Santo. Y porque José ha de mantenerse a dos metros de distancia y no puede abrazarla.

El carpintero José, no ha cobrado aún el ERTE, y está enfadado debido a las normas que prohíben que más de seis pastores se acerquen al pesebre, en el que se le han instalado unos ruidosos okupas.

Este año, en vez de un caganer, hay unos veinte esparcidos por el belén. Porque, estas Navidades, la gente se está cagando en todo. Se han vuelto locos y en vez de villancicos cantan raps y regueton, haciéndose selfies.

En el riachuelo, que antes había unos patos, ahora flotan muchos guantes de goma y mascarillas.

La estrella fugaz ha tenido que bañarse en gel hidroalcóholico para poder guiar a los Reyes Magos que, contagiados, han perdido el olfato.

Melchor ha traído una vacuna, Gaspar dos jeringuillas y el negro Baltasar: Unos bolsos de Louis Vuitton, unas gafas de Gucci y unos discos de David Guetta.

Los tres camellos de los Reyes Magos son unos menas africanos que venden drogas a los pastores. Han salido huyendo y han dejado plantados a los tres Magos, a quienes este año les han prohibido las cabalgatas.

Así de raro es el belén este enmascarado año 2020 de pura ciencia ficción. ¿Cómo será el 2021? ¡Misterio!