Cuando el pasado sábado la consellera de Presidencia, Pilar Costa, desgranaba los datos de incidencia en las Baleares, a uno le temblaron las canillas al conocer cómo se había disparado la incidencia en Mallorca. Ibiza presentaba mejores números que las Islas Canarias y dábamos el salto al nivel 2, pero los más de 300 casos por 100.000 habitantes de Mallorca son preocupantes y nos deberían llevar a la reflexión. Apenas cuatro días antes, el Govern balear anunciaba la exigencia de test PCR e informes de responsabilidad para los no residentes que vengan a las Islas a partir de pasado mañana. El mal siempre de fuera. Pero la tozuda realidad nos muestra que el daño ya está entre nosotros, concretamente en Mallorca. Y como insistieron Costa y el presidente, Vicent Marí, aquí tampoco podemos bajar la guardia.

Tras la bofetada del sábado llegó el golpe del miércoles al mentón. Los peores datos se confirmaban. Baleares, autonomía líder en incidencia impulsada por la explosión de la ola en Mallorca. En seis días pasamos de 227 casos a 307. Y ayer, más madera: jueves negro con casi 500 nuevos positivos en Mallorca. El miércoles, Canarias, con mejores datos, anunciaba el cierre de la isla de Tenerife durante 15 días. La cruda realidad está ahí y quizás el Govern debería plantearse un cierre de Mallorca. En otras zonas se han adoptado medidas quirúrgicas. Entiendo que afectaría a las conexiones con Ibiza, pero a lo mejor no hay otra. A la inversa, al Govern no le temblaría el pulso en una de sus reuniones de trabajo en el Cor o el Hat Bar. Visto lo visto: el plan es que no hay plan.