Poco o nada queda de aquellos hippies que a finales de los 60 llegaron a Formentera y, especialmente a La Mola, en la mayoría de los casos huyendo de la obligatoriedad de ir a combatir a la guerra de Vietnam.

En estos tiempos queda alguno que bajo un aspecto «tipo hippie» y unos presuntos principios parecidos se reivindican como el resurgir de aquel movimiento. Sería bonito recuperar el minimalismo y la naturaleza para vivir en armonía y en paz con el entorno.

El problema viene cuando se malinterpreta el concepto de libertad. Y eso es, en parte, lo que ha pasado con el desmadre de casos positivos de las últimas fechas en Formentera. Muchos de los grandes defensores de la libertad no han querido someterse a la «atadura» de la mascarilla, ni a la de las distancias, ni a las del contacto. Todos hemos visto uno o varios casos de concentraciones fuera de los límites en las últimas semanas. Claro que mientras los positivos eran cero la cosa ha ido tirando, pero a la que aparece un positivo en una de esas concentraciones pasamos de una tasa de positividad de 74 casos por cien mil habitantes a la actual que alcanza los 330. Eso sí, lo hemos hecho en libertad.

Los que reclaman el principio de libre movilidad por encima del bien público parecen no ser conscientes de que ahí fuera hay un virus que está matando a miles de personas. Es una amenaza real y tangible, aunque algunos insensatos se dediquen a gritar: «Queremos ver el virus». No es momento de libertades personales, es momento de respetar las libertades de la comunidad y acatar las normas aunque algunas parezcan realmente absurdas, pero son las que hay y son iguales para todos. Lo gracioso del asunto fue, que cuando empezaron las inspecciones, el perroflautismo del #nosinyectanel5G desapareció del mapa, dejando para otro momento su férrea defensa de la libertad.