Este miércoles se cumple un año desde que el oftalmólogo chino Li Wenliang alertara del descubrimiento de una infección desconocida que afectava a los pulmones, lo hizo en un chat de amigos. La policía de Wuhan le «invitó» a «dejar de hacer comentarios falsos» y le investigó por «propagar rumores». 39 días después, el médico fallecía en el hospital en el que trabajaba, por causa del coronavirus que había contraído tratando a los primeros pacientes de aquel «falso rumor». Qué curioso que los primeros negacionistas fueran los responsables políticos de la ciudad china en la que empezó todo.No es momento de hacer conjeturas de lo que hubiese podido pasar si se hubiese investigado, sobre lo que en aquel momento eran los primeros contagios. Al fin y al cabo, el ejemplo de las autoridades de Wuhan se ha reproducido después en muchos otros países, que en los primeros momentos mostraron la misma obcecación ante la llegada del bicho y negaron su peligro hasta tener las cifras de infectados.

El mal sueño llegó a la región italiana de Lombardía, saturando los hospitales y las funerarias, pero Italia todavía nos parecía muy lejana y la cosa no iba con nosotros. La arrogancia de la vieja Europa le hizo pensar que esas cosas de pandemias son del tercer mundo y la soberbia América de Trump en ningún momento podía ser doblegada por un bichito que su presidente invitaba a combatir con chupitos de lejía.

China tiene un año después las mejores cifras de infecciones del virus en parte gracias a aplicar su experiencia con el SARS, un bicho ‘primo’ del coronavirus que hizo estragos a principios de siglo y a la aplicación de estrictas restricciones que están contribuyendo a que el número de contagios sea prácticamente testimonial. Pues a ver si aprendemos.