El domingo comprobé lo mal que, de momento, está funcionando el control sanitario en el puerto de Ibiza. Debe de ser muy complicado pedirle a un político de este Govern que calcule lo que un pobre sanitario tarda en hacer un test de antígenos a todos los pasajeros de un barco. Si vas en coche, al salir de la bodega te obligan a esperar en una explanada. Dos personas, ataviadas con un chaleco donde se leía CONTROL SANITARIO, hacen el primer cribado con muy buena disposición y muchísimo frío. Ilusa de mí, yo había intentado ser previsora y semanas antes había concertado cita en Can Misses al día siguiente de mi llegada para realizarme la PCR. Pensé que de esta manera evitaría las largas colas que ya preveía para la realización de los test de antígenos. Pero no. Aunque tengas cita al día siguiente, la espera del cribado no te la quita nadie. Y ojo, que yo estoy completamente a favor de que hagan estas pruebas a la entrada de las islas. Pero lo que no se puede hacer es dar órdenes sin haber previsto anteriormente el personal necesario para que se puedan cumplir de una manera más o menos decente. Y eso que el barco venía medio vacío. Si no se ponen los medios necesarios, cuando llegue la ansiada temporada turística y los barcos (¡ojalá!) lleguen llenos, esto va a ser un desastre. El personal trabaja ahora mismo en unas condiciones deplorables. A la intemperie, con un frío que pela, sin medios y con mucha gente que no presenta su mejor cara después de varias horas en un barco, muchos de ellos con niños pequeños, y que tienen ganas de llegar a su destino. Es necesario y una reivindicación lógica de buena parte de la sociedad, que todo aquel que llegue a Baleares venga con una PCR negativa realizada en origen o se tenga que hacer un test de antígenos o una PCR a la llegada. Han tardado demasiado en ponerlo en práctica, pero la contratación de más personal para poder llevar a cabo esta tarea con diligencia es urgente. Y el Govern debería haberlo previsto.