El año que acabamos de dejar atrás ha sido un viaje esperpéntico y dramático por los confines de la desgracia. El turismo se ha resentido e industrias como la agricultura, la ganadería o la pesca se han visto más imprescindibles que nunca, lo cual invita a reflexionar sobre la necesidad imperiosa de diversificar nuestra economía y ofrecer al mundo otra cara de Ibiza más más ecológica y más autóctona. Muchos son los que proponen un nuevo modelo productivo, pero si hay alguien que en este 2020 ha dado la sorpresa al hacerlo, es el exempresario Pepe Rosselló.

El dueño de la difunta Space ha embestido contra su anterior socio, Abel Matutes, en un arrebato de celos y de vendetta que ha dejado atónito al más incrédulo. El artífice de la zona más demacrada de la isla (el West End) y el que regentó el antro en el que, junto a Amnesia, se concentraba la mayor de las podredumbres se reivindica ahora como adalid de la pulcritud y la sostenibilidad. La causa: la decisión de Matutes de no renovarle el contrato de alquiler y una deuda de dos millones de euros. Matutes se ha visto obligado a querellarse contra Rosselló al deberle éste dicha cantidad, tal y como apunta una auditoría externa. Ésta fue la represalia del portmanyí: dejar de abonar la parte variable que habían suscrito en el contrato, tal y como apunta la consultora que ha detectado diferentes irregularidades. No era creíble que durante años para Rosselló el ocio fuera una bendición con la que hacerse millonario y ahora, repentinamente, cargue contra el ocio diurno porque la idea la ejecutó el exministro de Exteriores y no él. Si la justicia acaba por dar la razón a Matutes, Rosselló podría disponer de un nuevo espacio cerrado, algo más angosto, en el que no pagar alquiler y continuar la saga Space.