No hace tantas semanas una noticia impactaba de forma muy positiva a nivel mundial. Ésa noticia no era otra que la aprobación de la ansiada vacuna contra el coronavirus. De todos es conocido que el impacto de la pandemia en todo el mundo ha sido realmente brutal y que las medidas que en cada país se han ido adoptando para hacerle frente han tenido consecuencias sociales y económicas dramáticas.

Después de muchos meses de sacrificio resulta fácilmente constatable que la situación global sigue siendo muy parecida a la de los primeros meses de pandemia. En algunos países, entre ellos España, si bien parecía que en algún momento la situación se iba controlando, la realidad se acaba imponiendo y los rebrotes de nuevo lo van desequilibrando todo.

Parece claro que el listado de restricciones impuestas para tratar de controlar la expansión, para nada eran la solución definitiva. Vencer al virus solo podía y puede pasar por administrar una vacuna efectiva a toda la población; pero también resulta evidente que el anunció del descubrimiento de la misma por si solo no es suficiente, hay que administrarla a la población y esperar que surta el efecto deseado.

La coincidencia del anunció de la aprobación de la vacuna y el inicio de su distribución, con la celebración de las navidades, ha provocado que mucha gente se haya relajado en exceso y que se haya descuidado algo la tan necesaria cautela y las medidas preventivas a nivel social. El resultado evidente de todo ello es un notable incremento de los casos en todo el mundo, que ha hecho que algunos países estén pasando los peores momentos desde el inicio de la pandemia.

Pero la última de las sorpresas ha venido de la mano del tan esperado inicio de la campaña de vacunación, circunstancia esta que se está dando en diversos países europeos. En España también está ocurriendo y una vez que se empezó con la distribución de las dosis que les correspondían a cada comunidad autónoma, eran estas quienes debían organizar su administración, pudiéndose comprobar que en la mayoría de los casos la lentitud de la campaña es lo más destacable.

Vale la pena recordar que como viene siendo habitual últimamente, aparece una voz discordante que critica el proceso desde el principio. La protagonista de esta nueva protesta, no podía ser otra que la presidenta de la Comunidad de Madrid, en su ardua labor de permanente oposición al gobierno del Estado. Criticó públicamente la distribución de la vacuna, acusando al ministro de sanidad, de adjudicarle a Madrid menos dosis de las que les correspondían y o sorpresa, ahora resulta que en esa comunidad no se han administrado mas que el cinco por ciento de las dosis disponibles. Alguna otra comunidad, en los mismos días ya había administrado el 80% de las dosis que se le adjudicaron.

Queda clara la actitud inmoral de la presidenta Diaz Ayuso y pone en evidencia una vez más su ineptitud para gestionar y tomar decisiones y, lo peor de todo es que estas descerebradas actitudes tienen el total aval de la dirección de su partido, el PP. Algunos se escudan ahora tras el argumento de la falta de personal necesario para administrar la vacuna, olvidándose de que fueron precisamente ellos los que impulsaron el desmantelamiento de la sanidad pública y fomentaron su privatización.

Y como la ineptitud es como la pandemia que se extiende, también cabe resaltar la que exhiben los dirigentes del gobierno catalán, inmersos en su monotema de la independencia y desatendiendo gravemente el principal problema, que como todos también sufre Cataluña. Van dando bandazos cada dos días, sin capacidad alguna para hacer cumplir la normativa y poniendo en evidente peligro a la sociedad en general. Otro ejemplo de incapacidad a la hora de gestionar.

El inicio de la vacunación en Eivissa y Formentera tampoco destaca por su gestión. Según la planificación a nivel estatal, las primeras dosis debían empezar administrándose en las residencias de la tercera edad, por ello y a día de hoy todavía no se ha puesto ni una sola dosis en Formentera y en Eivissa se ha empezado con más de una semana de retraso sobre el calendario previsto. No parece muy brillante la decisión de que al aparecer un caso de covid en la residencia donde se iba a iniciar el proceso, la única alternativa fuera empezar una semana después. ¿Está la cosa para perder siete días?. Sin duda impera la falta de eficacia.