El pasado jueves la Guardia Civil de Formentera denunció a trece participantes en una fiesta en un domicilio particular en la urbanización Punta Prima de la Pitiusa del sur.
Un vecino alertó del alto volumen de la música a altas horas de la noche y al personarse los agentes de la benemérita, la gran cantidad de coches estacionados en el exterior de la casa, daba fe de que allí había «marro».

Los agentes requirieron a la propietaria de la casa que cesara la fiesta, a lo que esta contestó que no tenía ni la más mínima intención y que en su casa hacía lo que le daba la gana.

Pues mire usted, va a ser que no. En su casa usted decida la marca de café que se consume y si la cena va a ser fría, caliente, en el comedor o en la cocina. Pero desde el pasado 29 de diciembre, Formentera está en nivel 3 de alerta y las reuniones sociales están limitadas a seis personas, en su casa, en la mía y en la de su vecina. Y precisamente eso es así, por culpa de aquellos que no respetaron las restricciones del nivel 2 y que hicieron aumentar los casos de afectados hasta obligar a ser más restrictivos.

Pero los de Punta Prima debieron creerse amparados por emular la última cena de Jesús y por ello provocaron una larga cena con la señora y doce discípulos.

Al no poder acceder al domicilio por la inviolabilidad de este, los agentes esperaron toda la noche en el exterior hasta la salida de los fiesteros, que fueron identificados y denunciados por incumplir la normativa de salud pública.

La Guardia Civil ha hecho su trabajo, ahora hay que pedir a los encargados de determinar las sanciones de los denunciados, que sean estrictos con aquellos que se han creído con más derechos que sus vecinos. Entre 3001 y 60.000 euros para los participantes y hasta 600.000 para la organizadora. Veremos.