El Hospital Can Misses está viviendo los peores momentos desde su inauguración hace ya casi 40 años. El estado del centro sanitario ibicenco es más que preocupante con 159 pacientes COVID ingresados y 105 más por otras patologías. Las plantas de medicina interna, especialidades médicas, traumatología, cirugía y atención a la cronicidad están atestadas de pacientes afectados por el coronavirus. La actividad quirúrgica ha sido suspendida, salvo la urgente, por falta de camas y porque se están usando los quirófanos para alojar pacientes críticos. A día de hoy la cifra de ingresados por COVID en la UCI ha desbordado con mucho su capacidad máxima, 18 pacientes reubicados entre la UCI y los quirófanos, atendidos a duras penas, las 24 horas del día por una abigarrada dotación de médicos voluntariosos formada por intensivistas, anestesiólogos, internistas y residentes.

Esta situación se puede extrapolar al resto del hospital y a la Atención Primaria, los enfermos saturan el hospital público y las consultas de los centros de salud. En solo 15 días Can Misses ha pasado de tener ingresados 62 pacientes COVID a 159 y mientras, los médicos de familia (con cupos mayores de 2000 pacientes) naufragan intentando dar abasto para atender a los cerca de 3700 enfermos que permanecen en sus domicilios. Estos datos son demoledores, y aunque se dicen pronto, se digieren con suma dificultad ya que manifiestan un abandono casi absoluto de la atención ordinaria, que ha quedado relegada por el brutal incremento de pacientes infectados por coronavirus. Si a esto sumamos las bajas de los sanitarios en vigilancia activa que diezman las plantillas el cuadro resultante roza lo trágico. Muchos pacientes para pocos médicos y enfermeras. Un hospital abarrotado con un capital humano escaso exprimido hasta la extenuación: doblando turnos de trabajo y haciendo coberturas extraordinarias fuera de sus servicios atendiendo pacientes COVID.

La resultante es que la situación actual de insuficiencia sanitaria cercana al colapso que vive Ibiza ha disparado todas las alarmas y el hospital Can Misses ha comenzado a trasladar pacientes críticos COVID a las UCIs mallorquinas, además de sustraer (todo el tiempo que sea necesario) especialistas médicos en medicina intensiva y enfermeras de perfil especializado a esos mismos hospitales. Y con ello, los estragos de la pandemia en Ibiza dejan de sentirse solo en los medios de comunicación y se hacen muy presentes en Mallorca.

¿Cómo hemos llegado a esto? Se preguntarán ustedes. Hemos llegado porque la pandemia ha puesto en evidencia los déficits crónicos de las plantillas sanitarias Ibicencas. Esta situación, la de precisar ayuda de médicos de Mallorca ya había ocurrido en circunstancias menos amargas, en verano de 2017 cuando siete médicos abandonaron el servicio de urgencias del hospital por ofertas mejores en la Península. Desde entonces SIMEBAL ha alertado de que Ibiza y Formentera necesitan especialistas en anestesia, radiología, pediatría, urgencias y emergencias, medicina de familia, cardiología intervencionista... Históricamente las Pitiusas han sufrido para conseguir plantillas médicas con facultativos cualificados por diversos factores que han propiciado esta situación: la doble insularidad, el alto coste de la vida (incrementos de IPC mayores que la media nacional), la falta de médicos residentes de casi todas las especialidades y el elevado precio de la vivienda en venta (máximos nacionales) o alquiler.

Estos, sumados a las jubilaciones masivas de médicos especialistas que desde 2016 afectan a todo el país y la constante fuga de especialistas hacia lugares con proyectos laborales más asentados y con condiciones económicas más ventajosas, hacen que la inestabilidad de las plantillas médicas locales y la reposición de médicos sean dos problemas especialmente graves. Como pueden suponer, en nada ha ayudado a mejorar esta situación el recorte del 2,9% del sueldo de los dos últimos años y la falta de primas económicas por la ejemplar actuación de los sanitarios durante la pandemia ( Baleares es la única CCAA que se las ha negado a sus sanitarios).

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Por todo ello, desde SIMEBAL instamos al Parlament y al Govern Balear a hacer un ejercicio de empatía con los habitantes y pacientes de las islas menores, sin duda las más afectadas por esta situación, pero también con los habitantes de Mallorca. Porque la fragilidad de Ibiza acaba repercutiendo en Mallorca, incrementando la ocupación de sus UCIs y tomando prestados profesionales esenciales de los que nadie anda sobrado.

¡Responsables de lo público, aprendan las lecciones del COVID! ¡Sean valientes y tomen medidas urgentes que garanticen una provisión de especialistas médicos suficientes para dar una cobertura sanitaria pública de calidad acorde con la idiosincrasia de las islas y los estándares del estado del bienestar!

Desde SIMEBAL les sugerimos tres medidas para captar y fidelizar buenos profesionales: Convocatoria de oposiciones cada 2 años. Equiparación de la Indemnización por Residencia con Canarias. Actualización de la atención continuada de acuerdo al incremento del IPC autonómico.

Pónganlas en marcha ya, porque lo que vendrá después de la pandemia precisará de un gran número de buenos médicos y buenas enfermeras para tratar las secuelas que dejará durante años la COVID en los pacientes infectados. Y a esta circunstancia se le sumarán un incremento de patología mental desencadenada por los padecimientos vividos en la pandemia y las complicaciones que presenten los pacientes crónicos que han sido infratratados durante los meses en los que la sanidad ha volcado todo su esfuerzo en contener al coronavirus.

¿Han trazado los planes de desescalada? ¿Están preparados para conservar y captar especialistas en un mercado en el que sin duda habrá un incremento de la demanda por parte de otros países de la UE y otras CCAA? Si no lo están Ibiza y Formentera seguirán acumulando listas de espera y en riesgo de claudicar en momentos de saturación.