Siempre he defendido la libertad de expresión. La entiendo necesaria como muestra de salud democrática. Además, tuve la suerte de tener unos padres que vivieron siendo jóvenes los últimos años de la dictadura de Franco cuando pedir y cantar a la libertad estaba penado con cárcel. Sin embargo, de ellos y de otros muchos también aprendí que la violencia nunca es el camino. Que cuando quemas un contenedor, arrancas adoquines o rompes escaparates o vehículos de gente que no tiene culpa de nada pierdes la razón.

Afortunadamente y crucemos los dedos, aún no se ha producido ninguna víctima mortal, ni entre los que protestan ni entre la policía, porque en el momento que esto suceda ya no habrá marcha atrás. Nada ni nadie justifica la pérdida de una vida humana. Por ello, creo que es el momento de llamar a la calma y a la sensatez. Creo que es el momento de que nuestros responsables políticos apelen a la tranquilidad y no sigan echando más gasolina al fuego porque al final, nos guste o no, ellos están al mando de esto que llaman mundo. Lo mismo que Pablo Hasel.

Él, con sus letras, sus comentarios y sus declaraciones llamando a la revuelta mientras estaba atrincherado en la Universidad de Lleida tiene muchísima culpa de esto. Entiendo que tiene ser muy duro entrar en prisión por algo que consideras injusto pero aún está a tiempo de dar marcha atrás, llamar a la calma y hacer una reivindicación pacífica de la libertad de expresión. Aunque también entiendo que debe de ser complicado para alguien que escribe canciones en las que pide un coche bomba para Patxi López, clavar un piolet en la cabeza de José Bono o la pena de muerte para las infantas.

A lo mejor, solo a lo mejor, tendría que aprender que se puede protestar cantando aquello de «Libertad, libertad, sin ira, libertad, guárdate tu miedo y tu ira, porque hay libertad» que cantaba Jarcha en 1976 cuando él ni siquiera había nacido.