Jesús estuvo 40 días en el desierto y fue tentando por Satanás. Las tentaciones no son pecado, de lo contrario Jesús no hubiera permitido ser tentado por el diablo. En la oración dominical le decimos a Dios, que nos libre de caer en la tentación; Dios permite las tentaciones, para que en ellas reconozcamos mejor nuestra debilidad y la necesidad que tenemos de la ayuda de Dios para no caer. En la tentación tenemos la certeza de que Dios nos hace humildes y nos da su gracia para que podamos vivir, en el momento de la tentación en serenidad, y convicción de que podemos superar la prueba.

Vencida la tentación disfrutamos de la alegría porque habremos vencido la tentación. Dios nos ha hecho libres y podemos elegir entre el bien y el mal.

Podemos escoger el pecado o practicar la virtud. Por el pecado ofendemos a Dios, y queda el remordimiento. Si evitamos el pecado disfrutamos de una inmensa paz y alegría interiormente. Con libertad puedo ofender a Dios o amar a Dios. Practicar el bien o dejarnos dominar por el mal, por eso somos responsables de nuestros actos. La santa Iglesia nos exhorta encarecidamente que aprovechemos este tiempo cuaresmal con la oración, la limosna y el ayuno. Para vivir este tiempo penitencial lo primero que se nos sugiere es la conversión, reconociendo que somos pecadores, necesitados por tanto, de acercarnos al Señor, verdaderamente arrepentidos de nuestros pecados, y no solo de un modo superficial e incluso rutinario, sino con el corazón contrito y humillado recibiendo el sacramento de la confesión. El gesto austero de recibir sobre nuestras cabezas- el pasado miércoles de ceniza-, significa que arrepentidos verdaderamente de todos nuestros pecados, queremos empezar la conversión personal para reencontrarnos con nuestro Señor que nos espera a todos, con sus brazos abiertos, para otorgarnos el perdón. A un corazón contrito y humillado el Señor no lo desprecia, y se alegra viendo nuestra sincera conversión. En el Cielo, dice Jesús, hay más alegría por un pecador arrepentido que por 99 justos, que no necesitan convertirse, porque no lo necesitan. Ellos ya avanzan por el camino de la salvación.

Durante la santa Cuaresma, además de la oración, la limosna y el ayuno, se recomienda algunas prácticas cuaresmales y penitenciales, como, por ejemplo, el Viacrucis, meditada la Pasión de Jesucristo, y otras prácticas piadosas, las visitas al Santísimo Sacramento, y si es posible, la recitación en familia del santo rosario. Aprovechemos este tiempo cuaresmal para reconciliarnos con Dios y con los hermanos. Vivamos esta Cuaresma con el mayor interés siendo más humildes, más caritativos,más alegres y más amantes de la Santísima Eucaristía. Finalmente pongamos en práctica las palabras del Señor: Perdonad y seréis perdonados. No juzguéis y no os juzgarán. Amaos unos a otros como yo os he amado.