Había pensado en preguntarme en este artículo cómo es posible que las medidas que se implantarán en Baleares a partir del mes que viene se negocien con las patronales y los sindicatos –Alfonso Robledo, de CAEB: «lo que queremos es evitar una cuarta ola y que las cosas se hagan bien». En todo el mundo, estas cosas las deciden los políticos asesorados por científicos y, en muchos casos, sólo los segundos. Pero no, no me voy a hacer estas preguntas que parecerían mal intencionadas.

Habría querido cuestionar en qué había quedado aquel plan de escalada y desescalada por niveles, que fijaba un paquete de medidas según el número de contagios, de manera que ahora cuando los casos van a la baja automáticamente deberíamos aplicar el nuevo nivel, sea el que sea. Pero no quiero hacerme preguntas que pueden ser potencialmente conflictivas.

Iba a preguntar qué se ha hecho del Plan de Transición hacia la Nueva Normalidad, del que ya no se habla más, salvo que ya no esperemos nunca más una nueva normalidad. Pero no me parece prudente hurgar por ahí, que saldré escaldado.

Un poco harto de que un año después sigamos sin tener asistencia médica primaria pública, me quería preguntar sobre los porqués, dado que en ese tiempo no sólo se podría haber diseñado un modelo de mampara que protegiera al médico de los virus, sino hasta construir miles de boxes de este tipo. También lo dejaré a un lado, porque estas preguntas me obligarían a decir que las consultas médicas privadas de Baleares funcionan normalmente, y no quiero recordarlo. Lo más extraordinario es que frecuentemente los mismos médicos que por la mañana sólo pueden hacer llamadas telefónicas a sus pacientes para evitar el virus, por las tardes atienden en sus consultas cara a cara, pero de pago. Teniendo como tenemos un gobierno tan sensible con los pobres, no es oportuno incomodar. Chico respetuoso no molesta.

Así que he optado por intentar deshacer confusiones sobre la vacuna, ahora que empezamos a tener estudios en abundancia sobre su eficacia. La vacuna, por supuesto, tiene algún riesgo, pero este queda minimizado al lado de la mortalidad que causa el coronavirus.

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Estos son algunos de los datos que están emergiendo. En Israel, donde la vacunación está más avanzada, la vacuna ha supuesto una caída del noventa y uno por ciento en las infecciones. Igualmente, los estudios indican que la vacuna es mucho más efectiva entre quienes habrían tenido una enfermedad grave que entre quienes la habrían tenido moderada (esto se sabe estadísticamente, como es lógico).

Curiosamente, entre el día cero y el día ocho después de la vacunación, la incidencia del virus prácticamente se duplica. O sea que la vacuna empeora las cosas. Los científicos han estado estudiando las razones, sin conclusiones definitivas, pero creen que probablemente se deba a un exceso de confianza de los vacunados. A partir del octavo día, hay un declive en el número de infectados, pero no significativo. De hecho, en total, el número de infectados al cabo de catorce días es igual entre los vacunados que entre los no vacunados. Pero, la gran diferencia es a partir del día veinte, cuando se derrumba el poder del virus en más del noventa por ciento.

Estos datos no proceden de proyecciones estadísticas sino de cifras reales del mundo real. Concretamente, es un estudio entre medio millón de vacunados con la vacuna de BioNTech/Pfizer, que es la misma que se ha venido distribuyendo en España.

Otro estudio, por su parte, aclara otro error generalizado: quienes están vacunados, no sólo no se enferman –siempre quedan casos residuales que, pese a todo, contraen la enfermedad– sino que tienen casi un 65 por ciento menos de capacidad para contagiar a otros. Efectivamente, la vacuna no bloquea absolutamente el contagio, pero lo reduce.

Y aún hay más noticias positivas. Algunos laboratorios están ya experimentando la siguiente generación de vacunas que probablemente será capaz de asegurar su eficacia más allá de las mutaciones. Por cierto, de nuevo la Unión Europea acudió a comprar estas vacunas y se encontró con que dos países habían llegado antes y, pese a que en un caso se producen en París, no estarán disponibles para los europeos hasta entrado 2022.

En todo caso, tampoco tenemos prisa porque, a la velocidad que vamos –dos semanas para hacer un plan de vacunación– en 2022 seguramente aún no nos habremos vacunado de la primera vacuna.