Sin lugar a dudas la política juega un importante papel en el devenir de nuestras vidas, tanto a corto, como a medio y largo plazo. La incidencia y relevancia que las decisiones políticas tienen en nuestro día a día es real y ello, ha pesar de la negativa de muchos a aceptar tal circunstancia. Si partimos de esta premisa y si tenemos en cuenta cual es la realidad del escenario político actual, solo podemos acabar deduciendo que el camino por el que transitamos, puede estar repleto de todo tipo de obstáculos.

En dos de los grandes poderes reconocidos en democracia y en función de las mayorías conseguidas, nos encontramos con quien gobierna o da apoyo al que lo hace y quien ejerce la necesaria función de control y oposición. Parece claro que los dos poderes a los que me refiero son, el legislativo y el ejecutivo; o dicho de otra forma, el Congreso de Diputados y Gobierno de la Nación.

Por un lado tenemos el primer gobierno de pacto de izquierdas; primera experiencia a nivel estatal, que no a nivel local o autonómico y por el otro está el día a día de la política, que se viene escenificando tradicionalmente en las intervenciones semanales en el Congreso. En ambos escenarios y por parte de todas los actores implicados -y con ello me refiero a gobierno y oposición- se están dejando ver comportamientos que quizás valdría la pena reconsiderar.

El PP, partido que lidera la oposición, hasta la fecha se ha empecinado en escorarse descaradamente hacia la extrema derecha, practicando una infructuosa política de seguidismo de Vox. Con ello pretendía quizás hacer ver a los votantes de esta formación de ultra derecha, que su ideario es compartido y que por tanto, el regreso a la casa madre de Genova (de momento sigue siendo ese su domicilio social) sería la mejor alternativa.

Los resultados de esta política de Casado y sus fieles en la dirección del partido, les dejan en evidencia. Lo cierto es que desde que este personaje esta al frente de la formación conservadora, esta va recogiendo fracaso tras fracaso; siendo el último de estos el batacazo en las elecciones catalanas, habiendo quedado esta formación como un mero partido residual, que ni pincha ni corta en la política autonómica de Cataluña. Como siempre, la autocrítica ha brillado por su ausencia y no han tenido el menor reparo en culpar a la alta abstención de su mal resultado. Y aún que hubiera sido así, no se les ha ocurrido pensar que el no haber sabido ni tan siquiera movilizar a los suyos, es la más clara prueba de su ineptitud.

El escenario del Gobierno del Estado, tampoco parece preparado para muchas fiestas. Después de complicadas negociaciones, se firmaron unos acuerdos que debían permitir la gobernabilidad en esta legislatura y mucho más una vez conseguida la aprobación de los presupuestos para el presente año. Esos acuerdos contienen coincidencias en la gestión de gobierno y para desarrollarlos, ambas partes tuvieron que hacer renuncias. Gobernar partiendo de estos consensos y estas renuncias, está resultando más complicado de lo que en principio cabía presuponer.

No se puede estar en misa y repicando y, bajo ningún concepto se puede estar gobernando y desde los propios cargos ministeriales, hacer oposición al gobierno del que se forma parte. Las lógicas discrepancias en el seno del ejecutivo, normales incluso cuando el mismo es mono color, no se pueden dirimir en las portadas de los medios de comunicación; para ello se crearon los órganos internos de control y seguimiento de todo lo pactado. Hay que ser más practico y tratar de conseguir lo mejor para todos, sin poner en peligro la única herramienta útil para ello, el gobierno.

Todo ello no favorece en nada el desarrollo de una legislatura en la que primando la coherencia, se pueda trabajar para tratar de satisfacer a la mayor parte población posible. De un escenario revuelto como el actual, quien únicamente puede salir favorecido y de hecho así está ocurriendo, es Vox. Esta circunstancia solo puede acabar poniendo en peligro aquello que todos deberíamos defender por encima de todo, nuestra democracia.
Hay que abrir los ojos y no permitir que saquen tajada de la situación, aquellos que no creen en el sistema y cuyo único anhelo es destruirlo y recuperar un oscuro pasado.