Hace unos años en los campos de fútbol se podían comer pipas, Pipas Churruca. Eran tiempos de gentes en las gradas, radios y marcadores simultáneos. La jornada se disputaba la tarde de los domingos.

Las pipas, al menos las de cáscara, desaparecieron de los campos, como desaparecieron los partidos de las cinco y los aficionados de los estadios, primero por huida voluntaria y ahora, desde hace unos meses, por las restricciones de la pandemia. Cambios que se produjeron en un tiempo que no era tan vertiginoso como los últimos 365 días.

El domingo disfrutamos con las victorias de la UD Ibiza y el CD Ibiza y sufrimos con el palo a la Peña Deportiva. Ya por la noche algunos saboreamos el retorno del fútbol total mientras media España fagocitaba el relato de Rociíto en formato ‘cadena amiga’. Dos décadas después, Rocío Carrasco regresaba a las pantallas para ventilar en prime time episodios de malos tratos que en su día ya fueron atendidos y sobreseídos por la Justicia.

La presunción de inocencia se diluye ante el tsunami del juicio popular. Antonio David, el ex y hasta ahora colaborador del Sálvame, ya estaba amortizado y fue finiquitado por maltratador, sin el presunto. La puntilla la puso en el contenedor vespertino de la cadena amiga la ministra de Igualdad, Irene Montero, al tiempo acusación y juez. Después era la número 2 de Gabilondo quien se sumaba al Rociíto Gate. El bajo nivel lo superaba en sede parlamentaria un diputado popular que espetó a la vicepresidenta Yolanda Díaz que en Podemos las mujeres solo suben si se cogen fuerte a una coleta.

Mientras tanto, todos, las dos Españas, o tres, cuatro o 17, pendientes de la AstraZeneca y la vacunación ‘masiva’. Tan masiva que en una mañana el ‘historiador’ Hila, alcalde de Palma, cambió más nombres de calles que vacunas se pusieron en las Pitiusas. Así, sin anestesia. Una de ellas la del almirante ‘franquista’ Churruca, quien hoy comería pipas en Trafalgar, Square, of course. Eso sí, de esta salimos más fuertes y vacunados.