Dos asuntos han venido copando el interés de los medios de comunicación locales estos últimos días. Por un lado, están las medidas de control de la pandemia aprobadas de cara a la Semana Santa y, por el otro, la evidente falta de tacto por parte de algunos cargos políticos en determinados actos, con una evidente relación entre ambas.

Al hilo del debate que vienen suscitando las diferentes formas de entender la manera de afrontar las inminentes vacaciones de Semana Santa, con los partidarios de abrir totalmente la mano en base a los actuales índices acumulados de afectación de la pandemia y aquellos que defienden todo lo contrario, es decir, la necesidad de mantener la rigidez de las medidas con el objetivo de garantizar en la medida de lo posible una temporada turística en los próximos meses. Lo que parece más claro es que sigue habiendo una clamorosa falta de coordinación a la hora de aprobar esas medidas que deberán aplicarse.

En nuestro país se están aplicando toda una serie de estrictas medidas (otra cosa es que se consigan hacer respetar) con la finalidad de reducir cuanto antes los efectos de la pandemia, pero éstas chocan frontalmente con otras. Sin ir más lejos cabe resaltar la incongruencia que supone limitar la movilidad entre comunidades de nuestro país, mientras no existe tal limitación para los residentes en otros países que quieran venir al nuestro.
Mucho se está hablando de que un residente en Eivissa no pueda desplazarse a Barcelona y, sin embargo, cualquier ciudadano alemán que tenga en su poder una PCR negativa puede viajar sin ningún problema desde Alemania a Baleares y ello a pesar de que en estos momentos se están produciendo preocupantes incrementos de la incidencia en ese país, lo que ha obligado a las autoridades del mismo a limitar también su movilidad interior. Ante tal ejemplo de contradicción se viene argumentando que se trata de aplicar el concepto de reciprocidad ya que la movilidad entre países de la Unión Europea no esta prohibida.
Todo ello plantea de nuevo el problema de la inexistencia de una política europea común a la hora de afrontar todos los retos que la pandemia viene provocando. No tiene ningún sentido que se exija coherencia en las medidas que cada país toma dentro de sus fronteras, si no hay ni tan siquiera capacidad de ponerse de acuerdo sobre la movilidad entre los diferentes estados de la Unión.

También resulta absurdo que en relación al reinicio de los vuelos entre Alemania y Baleares se defienda por parte de las autoridades la llegada de estos turistas con el argumento de que los que vienen lo hacen con una prueba PCR previa. Éste no es el problema ya que hoy por hoy todos aquellos que vengan a nuestras islas están obligados a hacerse esta prueba antes del viaje, vengan de donde vengan. El problema estriba en que la llegada inmediata de turistas provocará la apertura precipitada de un mayor número de comercios y establecimientos turísticos y, con ello, el aumento de reuniones y aglomeraciones que no se van a controlar y la precipitación y falta de control puede hacer peligrar la temporada de nuevo.

Lo que falta es la capacidad de hacer cumplir a todos sin excepción y a rajatabla las medidas aprobadas. Con la llegada de los primeros vuelos estos días ya se han empezado a ver grupos desmadrados y sin respetar las normas de seguridad sanitaria.

Por otro lado también cabe resaltar la torpeza política demostrada por algunos cargos públicos en relación a esa llegada de turistas alemanes a nuestras islas y en cuanto al cumplimiento de las restricciones que ellos mismos van aprobando e imponiendo. No se puede afirmar con rotundidad que no se quieren turistas en Semana Santa, ya que la prioridad es el verano, cuando hay grabaciones recientes en las que se decía lo contrario; en concreto que se esperaba su llegada para el mes de abril y el verano. Decir lo uno y lo otro en función de donde se hable no es congruente.

De torpeza se puede hablar también si nos referimos al asunto de la comida que tuvo lugar en el Ayuntamiento de Eivissa hace unos días. Es de torpes no ver de que, al margen de si se cumplieron o no las normas, lo relevante es el mal ejemplo que se transmite a una población duramente castigada por las restricciones. Quien gobierna tiene la obligación de dar ejemplo y no debería verse envuelto en situaciones que merman su autoridad moral. No olvidemos lo de la mujer del César y su honradez...