En el libro ‘Los cinco mandamientos para tener una vida plena’, Bronnie Ware enfermera de un servicio de paliativos en Australia, plasmó las cinco reflexiones mayoritarias que escuchó a sus pacientes antes de fallecer. Lo trasladaré a la educación familiar.

«Ojalá hubiera tenido el coraje de vivir una vida siendo fiel a mis sueños, no a la vida que otros esperaban de mí». Esta es la frase que más escuchó, las personas se dan cuenta que muchos de sus sueños no se cumplieron porque habían tomado decisiones para agradar a los demás. Eduquemos a nuestros hijos para que consigan sus sueños, dejemos a un lado nuestras proyecciones personales sobre ellos y apoyemos las suyas.

«Ojalá no hubiera trabajado tanto». Se arrepentían de perderse momentos importantes en la vida: la juventud de sus hijos, mayor tiempo con su pareja, tiempo sin obligaciones, etc. La educación del sacrificio tiene valores importantes, pero te puede alejar de aquellos momentos que son únicos y que no volverán, la infancia no se recupera. El tiempo en familia sin obligaciones es un precursor esencial de felicidad.

«Ojalá hubiera sido capaz de expresar mis sentimientos». El hecho de no expresar lo que se siente por miedo a ofender o mantener la paz con los demás es otro de los arrepentimientos expresados. Educar en la asertividad y la empatía posibilita la capacidad de poder exteriorizar las emociones y ayuda a sentirse bien con uno mismo.

«Ojalá hubiera tenido más contacto con mis amigos». El valor de la amistad también aparece de manera recurrente en los últimos momentos de la vida, recordaban mucho a sus amigos. Las relaciones de amistad son determinantes para el desarrollo humano, apareciendo de manera explosiva en la adolescencia. Posibilitar tiempo con sus amigos les favorecerá una vida feliz.

«Ojalá hubiese sido más feliz». A pesar de ser la última es la más significativa. Las personas al final de sus vidas se dan cuenta que han estado muy condicionadas, sin salir de su zona de confort. Por miedos o condicionamientos han renunciado a tomar decisiones que les habrían dado una vida más plena. Educar en la capacidad de tomar sus propias decisiones posibilitará una vida más mejor a nuestros hijos, salir de parámetros establecidos y condicionantes les ayudará a elegir su propio camino hacia la satisfacción personal.

Educar en la autonomía, la capacidad de tomar decisiones, la empatía, la asertividad, etc. parecer un modelo que acerca a nuestros hijos a la verdadera felicidad.