Esta semana hemos conocido que de una línea de 150.000 euros que el Consell de Formentera había destinado a ayudas al alquiler por la crisis sanitaria sólo se ha adjudicado un 10% que beneficiará a ocho familias. Más de 240 llamadas solicitando información no se presentaron a la convocatoria, al ver que no iban a cumplir los requisitos.

Está claro que muchas familias de Formentera necesitan estas ayudas en este momento, pero por una parte el hecho de solaparse con las ayudas del Govern en la misma materia y otros muchos requisitos las han dejado fuera. La vicepresidenta Ana Juan ha manifestado que, con la experiencia adquirida en esta primera convocatoria, sacarán una nueva oferta.
Celebramos esta decisión, pero el problema de la vivienda en Formentera es mucho más complejo que unas ayudas puntuales motivadas por una pandemia.

En Formentera es casi imposible para una familia de clase media comprar una vivienda y únicamente queda la opción de alquilar. Los propietarios lo saben y eso marca el precio. Hablamos de la vivienda para vivir una persona, una pareja, una familia. Todos ellos con trabajo y ganas de enraizar en una isla cuya carestía de vida la hace muy difícil. Pues bien, lo primero es un periplo de búsqueda de la vivienda «ideal». Después de visitar una decena de cuchitriles la primera cosa medio digna a uno le parece el palacio del Sultán. Tras haber escuchado unas cuantas aberraciones los 1.200 euros mensuales por dos habitaciones te parece hasta barato. Hay muchos alquileres sin contrato y así no se puede acceder a ninguna ayuda, por no hablar de los realquileres. Está claro que el problema es grave. La solución pasa por la implicación verdadera de todas las instituciones y, por supuesto, inevitablemente la de los propietarios. O eso o que el covid se encargue de regular el mercado.