En Semana Santa mi hijo Aitor ha tenido que hacer un trabajo para el colegio que consistía en escoger un cantante, escribir su nombre, su fecha de nacimiento, por qué era conocido y recordar sus éxitos. Más allá de las dificultades de un niño de casi cinco años que se maneja mejor en el móvil y en la tablet que con un bolígrafo, me sorprendió que le saliera de dentro… Madodo Ezcobá y ¡¡Qué viva Ezpaña!! Mi madre y yo nos reímos a carcajadas pero de inmediato me asaltaron las dudas.

¿Sería bueno que mi hijo recordara a Manolo Escobar y a esta canción en los tiempos que corren? ¿No pensarían que somos unos fachas en nuestra familia? ¿Qué dirían cuando parece que lo políticamente correcto es decir que te gustan otros grupos y no alguien de los años 60? ¿No saldrían enseguida los críticos que aseguran que Escobar fue un estómago agradecido del franquismo? ¿O los y las que pondrían el grito en el cielo por dejar que mi hijo escogiera un cantante que como actor representaba al típico ligón español? ¿No estaría siendo un mal padre por no obligarle a que escogiera canciones que fomenten la igualdad entre hombres y mujeres o la personalidad propia de cada territorio que conforma España? ¿Estaría marcando de por vida al pequeño Aitor al permitirle que escogiera a Manolo Escobar?

No sé si me entraron sudores fríos pero sí que estaba desconcertado ante la crucial decisión. No les negaré que estuve tentado de convencerle de que escogiéramos a Mozart, Ismael Serrano, Serrat, Pica Pica, Ressonadors, Bon Jovi o Sabina pero después pensé que hiciera lo que hiciera siempre habría a alguien al que no le sentaría bien.

Siempre habría quien criticara al escogido por su pasado, por tibio, por cantar en catalán, por ser de izquierdas, por ser de derechas, por no mojarse o por vivir en una época en la que desgraciadamente el papel de la mujer no es el actual. Volví a ver la sonrisa de mi hijo mientras escribía y recordé lo privilegiados que somos al poder escoger.