Fútbol es fútbol.

Controlar el tempo de partido suele ser un factor determinante. No hablamos de tener más o menos posesión del cuero, sino de saber leer las circunstancias del juego en cada minuto, acción, toma de decisiones...

La fiebre del sábado noche es menos fiebre desde que estamos amarrados por el toque de queda pero el nivel de efervescencia subió con la disputa de la final de la Copa del Rey y quién sabe si las últimas pinceladas de Messi con la elástica blaugrana. Al filo de la medianoche nadie podía barruntar el giro que nos esperaba 12 horas después. Mientras en Tarragona la UD Ibiza superaba al fútbol embarrado del Nàstic de Seligrat y en Can Misses el CD Ibiza y el Formentera elevaban el nivel de la Tercera balear, los transatlánticos del planeta fútbol europeo removían los cimientos del Bernabéu y de la sede de la UEFA en Nyon, pero también de sa Creu, el Collao, Las Gaunas, Foietes, el Carranza o del pequeño estadio que cada futbolero monta en el salón de su casa. El anuncio de la Superliga Europea dejaba en un segundo plano el resto de partidos y difuminaba la Copa del Rey, a Messi alzando su primera copa con el brazalete de capitán o el gesto de deportividad de Villalibre y el resto de leones ovacionando a los campeones.

La Superliga Europea fagocitó hasta el día a día de la pandemia. El fútbol mueve pasiones hasta límites insospechados y el golpe comandado por Florentino Pérez contra el establishment viró en un fracaso estrepitoso tras su circense presentación en el único chiringuito que no está sujeto al toque de queda. El príncipe Guillermo cargó contra Florentino y el primer ministro Boris Johnson amenazó con una bomba legislativa para frenar la criatura. Uno tras otro los seis equipos británicos se desmarcaron. El fútbol nació en Inglaterra en 1863 y allí resucitó en 2021. Fútbol es fútbol... y también mucha política.