Portada de 'La berlina de Prim'.

Estoy leyendo 'La berlina de Prim' con la que el hispanista Ian Gibson ganó el Premio Fernando Lara de Novela 2012. Más allá de la atrayente trama, centrada en un periodista irlandés que investiga quién anda detrás de las causas del asesinato del General Prim en Madrid en diciembre de 1870, lo que más impresiona del texto es saber que la historia es cíclica y se repite constantemente. Y también, que a todos nos vendría bien saber algo más de nuestro pasado para no repetir los mismos errores. La novela está ambientada en los años posteriores a La Gloriosa, la revolución que acabó con la monarquía de Isabel II y llevó a la Primera República en febrero de 1873. T

odos los protagonistas, muchos por cierto personajes reales, se lamentan de la situación de inestabilidad política que originó que el país tuviera cuatro presidentes del Poder Ejecutivo en apenas 11 meses, todos por cierto del Partido Republicano Federal. Finalmente, como nunca pudieron ponerse de acuerdo, el golpe de estado del General Pavía acabó con el primer intento republicano en España en diciembre de 1874. Es cierto que la situación no es comparable, que la sociedad ha evolucionado, que tal vez vivamos mejor y que todo ha cambiado mucho pero creo que no hemos aprendido nada. Seguimos con los mismos líos políticos, con líderes que solo piensan en sus intereses más cercanos, viviendo en su propio mundo sin ser capaces de ponerse de acuerdo en aras de un bien común mientras el ciudadano de a pie que sufre para llegar a fin de mes. La política actual, y la de entonces, es una guerra de egos donde solo importa la descalificación personal, el tú mas sin una sola propuesta razonable. Además, el volumen del ruido es igual de alto sin pararnos a pensar donde nos puede llevar y que consecuencias traerá. Solo hay una diferencia con 1874, aquellos políticos de la Primera República al menos eran unos grandes oradores. En eso, también hemos salido perdiendo.