Una pareja muestra una bandera del Orgullo Lesbiana, Gay, Transexual, Bisexual, Intersexual y Queer. | Foto de Los Muertos Crew en Pexels

En estos días se celebra el Orgullo Lesbiana, Gay, Transexual, Bisexual, Intersexual y Queer. La celebración del Día del Orgullo LGTBIQ es una reivindicación, una llamada de atención ante un fallo de nuestra sociedad. Significa que todavía algunos se creen con derecho a juzgar si está bien, mal o regular que fulanito y zutanito se quieran, se toquen, se besen o hagan con sus cuerpos lo que ambos de común acuerdo tengan a bien. O que siga habiendo trogloditas que crean que a alguien se le puede «hacer heterosexual a hostias», como hemos visto esta misma semana. O que la homosexualidad es algo que se puede «curar», como si de una enfermedad se tratase.

Menos mal que nos quedan los tolerantes: «Yo tengo amigos homosexuales, eh?» o aquel que dice de otro: «Es gay pero es muy buena persona». Como si una cosa estuviese reñida con la otra. La homofobia, como el machismo, están en el ADN de nuestra sociedad, en nuestra educación, forma parte de nuestra historia. Nuestro día a día está lleno de esas expresiones y actitudes a las que no damos importancia, pero que siguen perpetuando el desprecio al/la que vive su sexualidad de una manera diferente a la nuestra. Aunque nuestro país ha recorrido mucho camino en el reconocimiento de los derechos de los homosexuales, parece que ahora algunos quieren retroceder a periodos «naftalenos». No, no, ni un paso atrás, una sociedad moderna y saludable no puede permitirlo.

También es verdad que, a mi modo de ver, este año es demasiado pronto para marchas por el orgullo, no está todavía el horno para bollos, pero esa es otra discusión. Y si miramos a otros países, no olvide que en Arabia Saudí, Irán, Sudán, Yemen, Mauritania, Nigeria y Somalia la homosexualidad está penada con la muerte. Terrible.