Francina Armengol. | ARCHIVO

Més y Podemos se han convertido en simples comparsas de Armengol, incapaces de tener su propia identidad en el Govern, ignorando que este papel tan irrelevante que asumen en la actualidad se traducirá en pérdida de votos y, presumiblemente, en menos representación en las instituciones en 2023. El último episodio con el ‘caso Puertos’, donde ambas formaciones respaldan que Armengol no comparezca en el Parlament para explicar su papel en este asunto, demuestra que cuando Més y Podemos hablan de transparencia, de respeto a las instituciones, de dar la cara, solo se refieren a los líderes políticos que no militan en formaciones de izquierdas. Los que piensan como ellos no tienen que demostrar nada porque ya se da por hecho que todos son honrados y transparentes.

Porque lo mínimo que debería hacer Armengol es acudir al Parlament y explicar qué sabía sobre un supuesto amaño en el Puerto de Maó, qué información tenía sobre las presiones de determinadas empresas a Joan Gual, y si es cierto que su intención hubiese sido mantenerle en el cargo tras su detención por la Guardia Civil.

Parece oportuno recordar algunas piezas que no encajan. En primer lugar, sorprende mucho que Armengol prescindiese de los dos consellers del Govern que formaban parte del Consejo de Administración de la Autoritat Portuària meses después de estallar el caso.

También llamó la atención en su momento la demora de Armengol en destituir a Gual tras su detención. Y evidentemente sorprende que, según la investigación de la Guardia Civil, la presidenta dijese que con mayoría absoluta Gual no hubiese sido destituido como presidente del organismo. Son asuntos que merecen alguna explicación, aunque sea en verano y los diputados tengan que molestarse y acudir al Parlament e interrumpir sus merecidísimas vacaciones. Es lógico que el PSOE intente blindar a Armengol de un asunto tan farragoso, y ya les anticipo que tendrá un largo recorrido político y judicial, pero es incomprensible que no haya ninguna voz en Més o Podemos que abandone su actual zona de confort y plantee la necesidad de comparecer, de preguntar sobre los contactos entre Armengol y Gual sobre el asunto que se investiga, si estaba al corriente de estas concesiones, y si sigue creyendo que es procedente mantener en su cargo a alguien investigado (y detenido) por orden de una juez. No hace falta recordar que cuando Armengol era líder de la oposición opinaba lo contrario, pero es posible que ahora tenga información que nos haga cambiar de opinión al resto de ciudadanos menos informados que ella. Y si además la presidenta ha dicho que sus contactos con Gual formaban parte de una relación lógica entre instituciones, ¿qué problema hay en explicarlo?

Pero me temo que Armengol vuelve a caer en el mismo error que cometió con el ‘caso Hat Bar’. Primero negar la mayor («No comentamos mentiras», dijeron desde el Consolat cuando Company sacó el asunto en el Parlament) y luego diseñar un argumentario poco convincente, que puede servir durante unos días pero, como se demostró con el episodio de la salida nocturna, acaba siendo una estrategia fallida. De momento Armengol solo convence a sus socios de Més y Podemos, aunque también es posible que ahora mismo sus dirigentes estén demasiado entretenidos preparando las pancartas y actos de protesta contra la dictadura cubana.