Cardona saliendo de la cárcel de Ibiza durante un permiso. | Daniel Espinosa - Archivo

Un conocido mío estuvo un mes en prisión. Antes de ingresar en la cárcel el juez le dijo: «Si dices que distes comisiones a X (un político) ahora mismo te vas a casa». Él insistió en que no podía decir eso porque no era verdad y fue enviado a prisión. Tras permanecer un breve tiempo regresó a la normalidad y años después el tema quedó archivado. No hubo ni juicio. El juez instructor acaba de ser jubilado por incapacidad mental, al igual que el fiscal que llevaba el caso. Si mi amigo hubiese cedido y acusado a ese político no habría dormido ni una noche en la cárcel, aunque hubiese mentido. Con Pepe Cardona pasó algo parecido. Sus colaboradores le acusaron de ser el líder de una trama corrupta y a cambio de eso obtuvieron beneficios penales. Los famosos pactos de la Fiscalía. Así, Antonia Ordinas, la que guardaba 250.000 euros en una caja de Cola Cao enterrada en el jardín de su casa, fue condenada a cinco años de prisión por apuntar a Cardona.

Lo mismo pasó con otros altos cargos, que tuvieron una condena mucho más baja que la del ex conseller del PP, quien se negó a asumir ningún delito y por ello se le impusieron 16 años de cárcel. Resulta políticamente incorrecto decirlo, pero durante estos años me he encontrado a muchas personas, y no solo políticos, que hubiesen puesto la mano en el fuego por Cardona, al que sí se le podría reprochar haberse rodeado de corruptos y no haber hecho nada al respecto. Pero Cardona fue condenado a 16 años de cárcel y durante el tiempo que lleva de condena (ocho en total) ha tenido un comportamiento ejemplar. Dicen que enseñaba a otros presos y que dirigía la revista de la prisión. Si Cardona no hubiese sido político previsiblemente ya se le habría concedido hace varios años el tercer grado, pero su proceso ha durado más de lo razonable. Le hubiese salido más barato promover un golpe de Estado.