Jóvenes participando en una fiesta en la playa. | Foto de Kindel Media en Pexels

Me preguntaba un viejo amigo si conocía personas en nuestra sociedad ibicenca que fueran referentes morales. Me quedé mudo y después de pensar un rato, mi respuesta fue que no, que, salvo referentes familiares o cercanos, del mundo de la empresa o la política no podía nombrar a nadie que fuese un referente moral de nuestro querido pueblo.

Una persona es un referente moral para alguien porque actúa, piensa y/o encarna unos valores que ese alguien entiende como importantes y fundamentales para él.

Un valor moral puede estar en cualquier cosa, básicamente aquello a lo que alguien dota de valor; es, grosso modo, una idea en nuestra conciencia que nos indica qué es importante para uno en términos de obrar bien o mal. Por ejemplo, en los valores empresariales obrar bien o mal se calibra en base al beneficio económico y en los valores políticos en base a la adecuación ideológica o el número de votos.

Bien o mal es un criterio subjetivo que puede ser compartido por un grupo de personas, en este caso la sociedad ibicenca, que concuerdan en un criterio interpretativo para dotar de valor moral ciertas ideas, actitudes o cosas.

Como los valores vienen de la tierra, de los hechos, de lo que se hace, la estrategia para identificar personas que sean referentes morales de nuestro pueblo pasará por identificar los valores que están operando en las filosofías operativas de los ibicencos, para luego identificar personas que encarnen ese valor y sean referentes de ese sentir colectivo.

Como es una tarea ingente podemos palpar el humus moral de nuestra sociedad acotando el experimento a una feixa del campo de experiencias moral de lo que hoy nos acontece. Por ejemplo, el campo moral asociado al fenómeno del coronavirus es una muestra muy interesante del humus moral de nuestra sociedad.

Lo que más está valorando, lo que más está reclamando, lo que más quiere hacer esta muestra de humus moral cuando esta experiencia límite aprieta puede englobarse en expresiones del tipo: “Hacer lo que me dé la gana cuando me dé la gana”, “bares y cervecita”. Estos valores contrastan con los valores propios de la Grecia Clásica como el cultivo de las virtudes del alma, la devoción cristiana a la renuncia a uno mismo, los imperativos kantianos o los valores ilustrados. Nadie reclama más serenidad, más autonomía, más madurez, más integridad, más paciencia, más observación, más reflexión. La demanda, la queja, lo que se valora, es el ocio. El ocio se percibe como un bien fundamental.

Este es el pulso moral que podemos encontrar en un sector del campo de experiencias morales de nuestro pueblo que tiene peso específico. Un concepto muy subjetivo de libertad y la idea de bar y todo lo que ello implica se han convertido en valores fundamentales operativos de nuestro pueblo. Con este tipo de valores imperantes no es de extrañar que cueste identificar personas referentes morales bajo las expectativas tradicionales que tenemos en nuestra conciencia cuando buscamos un referente moral (seguimos teniendo valores como el carisma, el respeto, la integridad, la honestidad, la bondad o la igualdad como valores auténticos, aunque ya casi no operativos). Por razones obvias apenas los encontramos, por el contrario, sí aparecen de forma natural en nuestras conciencias personas referentes asociadas a la idea de bar y a ese concepto cuestionable de libertad.