Esta semana ha cerrado la empresa de yogures 'La Bomba'. | Toni Planells

Ciertamente todo va cambiando y consecuencia directa de ello viene siendo el reguero de negocios de toda la vida que año tras año van desapareciendo. Esta semana hemos tenido noticia del cierre de una de esas actividades, la fabricación y distribución del ‘yogur la bomba’.

La desaparición de este tipo de negocio que podemos considerar local, de proximidad y de comercialización de un producto muy nuestro; viene ocurriendo por diversos motivos, algunos inevitables como por ejemplo la jubilación definitiva de las personas que han estado al frente de los mismos y al encontrarse que ningún componente de la generación actual quiere seguir con la actividad de que se trate.

En el caso que nos ocupa, o sea la fabricación de yogur en el barrio de la Bomba que da nombre comercial al producto, el cese de la actividad no vienen dado por voluntad de los hermanos Manuel Senén, tal como ellos mismos han relatado. Este mes de agosto no era la fecha que ellos tenían en mente para jubilarse y ha sido por un cúmulo de circunstancias    negativas por lo que se han visto en la obligación de dejar de comercializar el yogur de Ibiza de toda la vida.

El cierre de cualquier negocio tradicional y de los que consideramos de aquí, resulta muy triste, pero he de decir que en mi caso personal este es uno de los que duelen ya que en torno a la Bomba y ese yogur viene a mi mente una etapa de mi vida muy concreta.

Yo nací en ese barrio y allí viví unos maravillosos años de mi infancia, no exenta de muchas dificultades, pero en la que todos los comercios y vecinos se ayudaban los unos a los otros y donde la solidaridad vecinal siempre estaba presente. No puedo olvidar el sabor tan especial y particular de ese yogur que yo mismo acostumbraba a ir a buscar a la lechería ya que mi familia y yo vivíamos en la misma calle y a pocos metros de ese negocio. En aquellos tiempos, en la década de los sesenta, el barrio nada tenia que ver con lo que es ahora ya que se trataba de un barrio residencial eminentemente humilde y muy vinculado a la actividad pesquera y a todo lo que era propio de un entorno portuario.

La calle Garijo, que así es como se llamaba entonces, era una calle urbana pero que estaba sin asfaltar y en la que los niños del barrio podíamos jugar todo el día sin ningún peligro y en el que había algunos negocios, la lechería, algunos bares, algunas tiendas de comestibles y lo que para todos los pequeños del barrio era una autentica joya, Casa Pura en la que podíamos comprar todo tipo de chucherías, pipas, chufas, regaliz, etc.

Frente a nuestras casas estaban las barracas de los pescadores junto a las que se apilaban uno sobre otro los grandes cajones de los pescadores, llegando a alcanzar una altura considerable en algún caso y que era como un    parque de juegos para nosotros los pequeños del barrio. En la zona mas cercana al muro atracaban las barcas de pesca y en la zona mas cercana al Martell los barcos de pasajeros; entre ambas los barcos de mercancías.

Podría estar escribiendo cientos de cosas relacionadas con aquel puerto y aquel barrio de la Bomba, pero lo mas importante es resaltar que nada tenia que ver lo que era entonces con lo que es actualmente. Y es por ello que resulta realmente un mérito que un negocio como la fabricación de ese yogur tan nuestro, haya sido capaz de aguantar en el mismo sitio habiendo quedado totalmente rodeado de nuevos bares y restaurantes que a día de hoy ocupan la totalidad de esa calle y teniendo que hacer frente a todo tipo de nuevos condicionantes que han ido poniéndoselo cada vez más complicado.

No quiero acabar este artículo sin dejar una reflexión, ¿no valdría la pena que todas las administraciones, tanto la municipal como la insular se involucraran de forma decidida en ayudar de forma decidida al mantenimiento de este tipo de actividades?

Actividades que como la que nos ocupa forman parte de nuestra historia más reciente y uno las siente muy ligadas a uno mismo ya que han sido parte importante en la vida de muchos de nosotros. Estaría bien que no fuera por cosas como el encarecimiento de la materia prima o el desbocado precio de la energía eléctrica, por lo que negocios como este se vean abocados al cierre definitivo. Las administraciones no pueden cerrar los ojos cuando se borra de un plumazo aquello que ha sido parte de nuestras vidas.