Muchas de las rejillas de desagüe presentan un estado de saturación de todo tipo de desperdicios. | Toni Planells

Ya ha llegado septiembre y el cielo ya anda amenazando con DANAS, ciclogénesis explosivas o con la gota fría de toda la vida.

Mientras, en tierra, los turistas suelen aprovechar estos días grises para hacer un paréntesis en sus días de sol arena y mar para pasearse por el centro de la ciudad, pasear y hacer su shopping, las compras de toda la vida, ajenos al peligro que supone la amenaza de lluvia en un lugar como Vila. Basta bajar la mirada al firme de la ciudad y fijarse en el estado del alcantarillado. Muchas de las rejillas de desagüe presentan un estado de saturación de todo tipo de desperdicios que hace sospechar sobre su limitada capacidad a la hora de evacuar las aguas. No hace falta agudizar mucho la vista para observar entre las rejillas lo fácil que es ver cómo a poco menos de un palmo se acumulan colillas de cigarros, plásticos, mascarillas y todo tipo de porquerías capaces de atascar cualquier tipo de conducto. De algunas de ellas, incluso, están brotando plantas, lo que da alguna pista de cómo deben estar los fondos de estas alcantarillas.

La significativa presión humana durante la temporada de verano puede explicar el estado de saturación de estas rejillas de desagüe. Lo que sería difícil de comprender es que, tras años y años sufriendo los mismos problemas de inundaciones de la ciudad durante la misma época del año y con un tanque de tormentas prácticamente recién estrenado, el estado de las redes de alcantarillado acaben provocando que en cuatro días, con cuatro gotas se nos acabe colapsando, un año, más la ciudad de Ibiza.