Un instante de la sesión en el Parlament balear. | Pere Bota

La confrontación entre partidos políticos y la necesaria rivalidad entre aquellos que gobiernan y los que se ven obligados a permanecer en la oposición por decisión popular ejercida en los diversos comicios que se hayan podido celebrar hasta la fecha y que deben seguir celebrándose en adelante, es lo que podemos entender como normal en el mundo de la política. Cada uno defiende su ideario y las propuestas que entienden son las mejores para nuestra sociedad, con independencia de que las mismas puedan ser calificadas como más o menos acertadas.

Quien gobierna ha de tener como objetivo que todo aquello que defiende en sus programas electorales acabe siendo una realidad y la oposición tiene como función fundamental el control de la gestión del ejecutivo de turno y en la medida que sea posible proponer alternativas a la misma. Pero claro, todo ello debería entenderse como lógico en una situación de absoluta normalidad socioeconómica y en la que la realidad no se viera gravemente afectada por circunstancias extraordinarias que condicionan el escenario en el que se esta desarrollando esa rivalidad política y que alteran drásticamente lo que se pueda entender como «normalidad».

Cuando esas circunstancias extraordinarias ponen en peligro ya no solo el escenario en el que todos nos movemos en nuestro día a día, sino que además ponen grave riesgo nuestro propio modo de vida, no cabe encerrarse en personalismos, ni en idearios o programas políticos; hay que adaptarse a la realidad que se está viviendo y apartar temporalmente las rivalidades políticas, centrándose única y exclusivamente en recuperar esa «normalidad» que nos permita a todos interpretar de nuevo el papel especifico que se nos haya encomendado.

No creo que a día de hoy pueda haber alguien que ponga en duda que una pandemia mundial sea lo que pueda entenderse como una circunstancia extraordinaria que ha puesto patas arriba nuestras vidas y que por tanto todos los gobiernos, sea cual sea el nivel territorial de los mismos, se han visto, se ven y todavía se seguirán viendo obligados a gestionar de una manera que en ningún caso habían previsto.

Pudimos ver en su momento como ese cambio de actitud en nuestros partidos políticos a nivel estatal, ni se produjo ni se le espera. En los debates en el Congreso de diputados podemos comprobar como cada uno sigue haciendo la guerra por su cuenta y lo que es peor utilizando la pandemia para sacarle rédito político a la misma.

Esta semana ha tenido lugar el debate del estado de nuestra Comunidad Autónoma en el Parlament Balear y tristemente el resultado no ha sido diferente a lo ocurrido en Madrid. A uno siempre le queda la esperanza que aquello que es imposible en otros lares, pueda acabar haciéndose realidad en nuestras islas, pudiendo con ello aprovechar la oportunidad de hacer algo diferente en nuestro territorio.

No creo que resulte tan difícil ver que nuestras Illes Baleares han sido la zona más castigada por la maldita pandemia y que por tanto se necesitan todas las herramientas disponibles para plantarle cara. No basta con la mitad más uno de nuestros representantes políticos para tomar las difíciles decisiones que haya que aprobar; la pandemia no distingue de colores ni de ideologías, por lo tanto lo mismo le da afectar a rojos o azules, a la izquierda o la derecha. Toda nuestra sociedad, absolutamente toda está sufriendo y por ello y por el bien de todos lo mejor sería que todos nuestros representantes políticos remaran en la misma dirección, ya que de lo contrario solo se consigue que la llegada a buen puerto sea mucho más dificultosa.

Pero visto lo visto tampoco ha servido de nada el debate a nivel autonómico ya que al igual que ocurre en el Congreso, aquí siguen todos enrocados exactamente igual que allí y no se atisba la menor posibilidad de ponerse de acuerdo ni tan siquiera para plantarle cara al virus que nos está machacando.

La consecuencia directa de que cada uno haga política únicamente mirándose el ombligo y olvidándose del resto, no es otra que una vez más las islas que peor paradas van a salir del desastre serán Eivissa y Formentera y si no al tiempo.