El elemento clave de la adolescencia es la búsqueda de la identidad. | Imagen de SplitShire en Pixabay

Hace unos días una amiga me decía: «Podrías escribir un artículo sobre como comprender a los hijos adolescentes». La verdad que más que un artículo, se puede escribir una enciclopedia por fascículos pero intentaré en estas líneas, apuntar algunos de los aspectos básicos en los que se fundamentan las dificultades de relación entre padres e hijos en esta fase evolutiva.

La Adolescencia es un periodo de transición entre la niñez y la adultez. Hemos de entender que es una etapa vital en el desarrollo. Es decir, no se puede evitar y es imprescindible pero para satisfacción de algunos padres se puede afirmar que tiene principio y final. En nuestra sociedad, los primeros ‘síntomas’ comienzan a aparecer sobre los 10 años y remiten sobre los 22 años. Con una fase más marcada entre los 13 y los 18 años.

Una actitud muy curiosa que tenemos los progenitores es que hasta la aparición de la adolescencia pretendemos que los hijos crezcan de manera rápida y activa, motivándoles para ello, cuantas más conductas adultas tengan, mucho mejor. Ejemplos: ya no eres un bebé…, haces cosas de mayores!, etc. Pero sin embargo cuando aparece la adolescencia pretendemos que crezcan más despacio y pausadamente. Cuando ellos nos piden cosas, les contestamos que aún son pequeños para tal asunto, que es de mayores. Ejemplos: quiero volver a tal hora, eres muy pequeño!, quiero un móvil, no tienes edad!, etc. Quizás lo incongruencia de nuestras actitudes pueda dificultarles la comprensión madurativa.

El elemento clave de la adolescencia es la búsqueda de la identidad, necesitan diferenciarse del entorno protector e influyente que es la familia para definirse a sí mismos. Comenzarán a establecer su propio punto de vista, sus propios gustos, sus propios pensamientos, sus propios amigos, etc. diferenciándose de las personas (padres/madres) que le estaban marcando esas pautas.

Por este motivo pueden buscar la discusión, la negación, el inconformismo, la pasividad, etc. Cuanta mayor necesidad de identidad mayor intensidad de los conflictos. Pensar que los chicos nos discuten para cabrearnos y enfadarnos, supone no comprender la etapa en la que se encuentran. Nos discuten para autoafirmarse, para crear su propia personalidad diferenciada de la nuestra. Cuanto más intransigentes seamos, más dinamita para el conflicto.

Puede que otro de los aspectos que nos provoca incomprensión sea el descontrol emocional, la velocidad y la intensidad con las que cambia su estado anímico. Los adultos ‘en teoría’ tenemos más capacidad de gestión emocional, simplemente por el hecho de haberlas experimentado ya tenemos un empirismo que nos ayuda a dominarlas. En la adolescencia se comienza a experimentar y sentir un gran abanico de emociones por primera vez, lo que provoca que sus vivencias sean muy intensas. Cuando cruzamos emociones con ellos, el peso sentimental es muy diferente, lo que para una madre es un simple comentario para un hijo puede ser la mayor de las ofensas. Lo que para un padre es algo banal para una hija es lo más importante de su vida. Debemos intentar ser empáticos con ellos.

Continuará...


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