Adriana Segovia, junto a su hija.

La joven formenterense Adriana Segovia rebosaba felicidad en las páginas de ayer de este periódico. Manifestaba su enorme alegría al conocer que su donación de médula ósea ha acabado salvando la vida de una paciente con leucemia al otro lado del mundo. Para Adriana ya fue una enorme satisfacción donar células madre hace ahora un año, pero mucho más lo ha sido poder celebrar el éxito conseguido por la ciencia. A ello debemos añadir que Adriana acaba de ser madre, con lo que sin duda se siente como una fuente de vitalidad absoluta.

Después del año y medio de malas noticias que llevamos en la espalda, en el que cada vez que hablamos de medicina es para citar casos nuevos de coronavirus además de miles de fallecidos, poder explicar que la vida se abre paso es una auténtica gozada. Un gesto tan sencillo como la donación por aféresis, una especie de filtraje de la sangre muy parecido a la diálisis en la que se extrae por separado las células madre, ha acabado salvando una vida. ¡Es formidable! Adriana no solo ha donado sus células madre, sino que además se ha convertido en adalid de este tipo de donaciones, insistiendo en los medios y en las redes sociales en la importancia y la sencillez de un acto que salva vidas. Es mucho más sencillo de lo que podemos imaginar, totalmente indoloro y no necesita nada más que la voluntad de donar y el rato que dura el proceso. Tan sencillo y tan fantástico.

La formenterense se hizo donante de sangre a los 18 años y pronto se interesó por la donación de médula que en su día hubiese salvado la vida de su bisabuelo, que falleció sin encontrar a un donante compatible. Si usted tiene entre 18 y 40 años, tiene una vida en sus manos.