Representación gráfica de los efectos del cambio climático. | Imagen de Pete Linforth en Pixabay

Confieso que tengo una cuenta en Twitter que no actualizo desde hace siglos, a pesar de que mis amigos me animan a que lo haga ya que trabajo como periodista. Lo siento pero no se me da bien contar historias en pocos caracteres. Será defecto profesional de quien llena páginas y páginas aún a riesgo de aburrir al buen lector.

Sin embargo, ayer descubrí una reflexión de Jano García sobre la Cumbre del Cambio Climático que organiza hasta el 12 de diciembre Naciones Unidas en Glasgow. «Unos empresarios y mandatarios que usan 400 jets privados, cientos de coches y consumen luz por doquier, te dicen que tú, perverso egoísta que viaja en low cost, pones el aire acondicionado y usas un coche diésel, vas a conseguir que el planeta implosione. Conmovedor…» No cambio nada. ¿En serio ellos son el mejor ejemplo? ¿Realmente son ellos los más cualificados cuando, por lo general, son ministros y mandatarios que han acabado en su puesto tras una larga trayectoria en el partido de turno? Y, sobre todo, cómo se puede cambiar el mundo cuando China, Estados Unidos o India ponen excusas para no cumplir el Acuerdo de París.

Por eso me duele que se destinen tantos días a estar reunidos a todo trapo para llegar a conclusiones pueriles y a acuerdos que nunca se cumplirán. Pienso que bastaría con una cumbre de apenas unos días y destinar tanto gasto obsceno a quien realmente lo necesita. O dando voz a organizaciones que trabajan y saben del tema. Tal vez se podría incluir el medio ambiente, su preservación y el cuidado de nuestro planeta como asignatura obligatoria en los planes de estudio. O hacer más programas educativos en la televisión enfocados a las nuevas generaciones.

También, los medios de comunicación deberían escribir reportajes no solo cuando llegan estas cumbres e, incluso, usar las nuevas redes sociales de nuestros jóvenes para hacerles llegar el mensaje. Si esto se está haciendo ya tal vez estoy hablando desde el desconocimiento de quien se siente cada vez más descolocado en este mundo. Desde el desconocimiento de un periodista que trabaja en una profesión maravillosa en la que se sabe «mucho de nada y un poco de todo».