Vertido de sangre en las alcantarillas de Vila. | V. MONSERRAT

Heces, miles de colillas, toallitas «a cascoporro», como diría el amigo Dj Pandereta, ratas, cucarachas... y el más difícil todavía, el redoble de tambores: sangre a borbotones, tripas y plumas. Sangre y casquería como en La matanza de Texas pero en modo torrentiano. El alcantarillado de Vila es como una chistera del horror que no deja de sorprender al ciudadano. Cuando ya piensas que no puede ir a peor... ¡Zas! Y ríete del género gore. El último episodio supera con creces y heces lo imaginable. Y si la imagen era vomitiva, el hedor lo superaba. Y en esta ocasión apenas habían caído cuatro gotas.

El problema de Vila cuando llueve no tiene ni un pase. Vecinos de calles como Bisbe Huix han visto pasar flotando ante las puertas de sus casas ratas del tamaño de conejos. Los negocios de la Marina anegados ya no sorprenden y ni tan siquiera ya son noticia porque muchos han echado el cierre. La inutilidad de los imbornales la sufren los vecinos de es Pratet, pero también los de Talamanca, ses Figueretes o Platja d’en Bossa. Y es que en Vila las pluviales y las fecales van juntas de la mano y el resultado es una porquera totalmente impresentable para una ciudad del siglo XXI. Y como la cosa siempre puede ir a peor ahí tenemos el deseado tanque de tormentas. En teoría debía retener el agua de lluvia pero la mancha marrón sigue aflorando en el puerto con cada episodio de lluvia. Y en el suma y sigue de paisanos on fire sumamos a los vecinos del Torrent de sa Llavanera. En este punto, a las aguas apestosas suman la acumulación de lodos y la «particular reserva» de mosquitos. Dicen que en Can Botino están en ello. Y que las soluciones están en camino. Estaremos pendientes de los próximos tuits y del regurgitar de las cloacas.