Una señorita no confiesa su edad: hoy cumplo 43 años. Una señorita defiende a ultranza este apelativo y se revuelve cuando le llaman señora, a pesar de que la Real Academia de la Lengua incluye en su Nueva Gramática que esta oposición se considera totalmente discriminatoria cuando se aplica en referencia al estado civil de la mujer, ya que introduce una distinción social que no se produce entre los varones.

Una señorita sueña con un marido, con una ristra de hijos y con una casa que cuidar. Yo jamás tuve esos anhelos, entre los míos estaba tener un perro, y convivo con dos, al mejor compañero de viaje y ser periodista: todos cumplidos.

Una señorita espera a que le den el turno de palabra, a que le abran la puerta, a que la inviten a cenar y a que los demás, sobre todo si son hombres, decidan todo por ella. Creo que nunca he cumplido con ese paradigma y me rijo por las normas de la educación y cortesía básicas, independientemente del género.   

Una señorita no dice lo que quiere, espera a que los demás lo descubran, no se enfada, no dice palabrotas ni sandeces, no hace el payaso ni el ridículo, no se expone nunca y no se arriesga a perder, aunque para ello nunca gane. En esta parte de la película comprenderán que ya hace un rato que me he sacudido ese apelativo para ser, sencilla y maravillosamente, libre.

Me llamo Montse, estoy orgullosa de cumplir hoy 43 años, viviendo en pareja, sin hijos y rodeada de grandes amigos. Les he pedido que vengan a mi fiesta sin niños porque hoy quiero estar con ellos. No piensen que no aprecio a los descendientes de mi tribu, nada más lejos de la realidad, pero vamos tan deprisa cada día y tenemos tan poco tiempo para quitarnos todas las capas y disfrutar del momento, que lo que más me apetece es, por unas horas, que ellos también puedan hacerlo sin estar pendientes de sus proles.

En la habitación de invitados (que hace las veces de despacho, de vestidor y de biblioteca) tengo descansando al mejor regalo del mundo. Llegaron anoche de sorpresa y no sé cuánto pudo durar ese abrazo. No me extrañó que sonase el timbre, porque habíamos pedido cena y todo parecía muy normal: dos copas de vino, una buena película y el sushi que llegaba para completar uno de esos días largos y productivos. De pronto su sonrisa inundó el salón y me dejó desconcertada. En los últimos dos años nos habíamos visto tan solo una vez, gracias a la Feria Internacional de Turismo de Madrid que en mayo me ‘obligó’ a recalar en la capital para aprovechar la escapada de trabajo y reencontrarnos, pero me supo a poco. Con Merche el tiempo pasa siempre demasiado rápido y los días se hacen muy cortos. No en vano ha sido durante los últimos 31 años mi confidente, mi cómplice, mi mentora, mi inspiración, mi musa, mi cuna y mi remanso.

Mi novio sonrió satisfecho. Sabía que no había regalo más valioso que reunirme con mi mejor amiga para pasar un fin de semana juntas. Ahora la lluvia, si va o si viene Blas, esa borrasca con nombre de fiesta, o el estrés de los últimos días ya me importan menos. Mercedes y Borja brindarán conmigo y serán parte de mi colla ibicenca durante las próximas horas, porque a su lado cumplir años es lo más maravilloso del mundo: una nueva vuelta al sol y una razón más para seguir creciendo y cumpliendo metas. Esta señora no puede ser hoy más feliz.