El Evangelio nos habla de la segunda venida de Jesús, con gran poder y majestad al fin del mundo.

Como ignoramos el día y la hora, el Señor nos advierte que responsablemente vivamos nuestra vida cristiana. El día del Juicio habrá grandes señales por fuerzas cósmicas o astros del firmamento. Los discípulos de Jesús siguiendo las ideas judaicas de la época, pensaban que la ruina de Jerusalén y el fin del mundo sería algo simultáneo. La misma destrucción era figura del fin del mundo. ¿Cuándo sucederá el fin del mundo? No lo sabemos. Solo Dios dice y hace, solo quien es Señor del Universo tiene bajo su potestad cuanto existe, y Jesús ha recibido del Padre todo poder sobre los cielos y la tierra. Cristo anunció en su predicación el Juicio del último día. Cristo vendrá en gloria para llevar a cabo el triunfo definitivo del bien sobre el mal que, como el trigo y la cizaña, habrán crecido juntos en el curso de la historia. Cristo es Señor de la vida eterna. Nuestro Señor Jesucristo al venir al final de los tiempos revelará la disposición secreta de los corazones y retribuirá a cada hombre según sus obras y según su aceptación o su rechazo de la gracia, Santa Catalina de Siena hablando del Juicio decía: yo no temo al juicio, porque sé que el que me ha de juzgar es Jesucristo al que tanto amo.

Ciertamente donde hay amor no existe el miedo, sino una confianza absoluta: Cristo es Señor de la vida eterna. Al pleno derecho de juzgar definitivamente las obras y los corazones de los hombres pertenecer a Cristo como Redentor del mundo. Adquirió este derecho por su cruz.

El Padre también ha entregado todo juicio al Hijo. Pues bien, el Hijo no ha venido para juzgar sino para salvar. El que por nosotros y por nuestra salvación bajó del Cielo, y por obra y gracia del Espíritu Santo se encarnó de María la Virgen, y se hizo hombre.

Desde allí ha de volver a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en la Resurrección de la carne y en la Vida Eterna.