Los jugadores de la Penya Independent llegan al campo de fútbol para jugar el partido. | Juan A. Torres

Mi ídolo de la infancia no fue ni Laudrup ni Stoichkov ni Romario sino Jordi Tirurit. En los noventa, no hubo futbolista más importante que él en Sant Joan. Aún recuerdo la ilusión que le hizo a mi padre que fichara por el Ibiza, un hito inimaginable para un canterano de la Penya Independent.

Hablamos de una época en la que los campos de tierra eran el pan nuestro de cada día y la clase en un terreno de juegos se veía a cuentagotas. Mientras junto estas letras, con las manos heladas por el frío del Pla d’Urgell, Tirurit está desgañitándose en una esquina del campo municipal de Mollerussa.

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Su ilusión por que la Penya gane solo era comparable a la de Juanito de sa Vinya, Vicent Bosquets, Toni Coroner, Pep Peret, Pepe Peremala, Taronges, Rafa Frareta o Pepe Riplà, algunos de los que ayer estuvieron con el corazón en un puño sufriendo con su equipo de toda la vida. Se echó de menos a otra mucha gente, como Vicent des Cafè, que tanto hicieron por el nacimiento y el progreso de este modesto club.

El partido de ayer es solo un paso más en el crecimiento de la Penya Independent. Llegarán otros retos, la temporada es larga.