El filósofo Antonio Escohotado. | CEDIDA POR LA FAMILIA DE ANTONIO

En febrero de 2020 tuve la suerte de poder entrevistar para Periódico de Ibiza y Formentera a Antonio Escohotado, falleció ayer a los 80 años en Ibiza donde quiso pasar sus últimos días porque la Isla pitiusa está en el armazón sentimental y paisajistico de su vida. Siendo un joven y brillante funcionario en Madrid rompió con esa vida muelle y, tras pedirle permiso a su madre, se instaló en Ibiza en tiempos jipiosos, en una casa con muchas ratas y sin electricidad, llevaba en sus alforjas varios libros para traducir: vivió una Ibiza esencial (1970-1984) y amnésica que le ayudó a forjar un pensamiento muy rico y variado: acabó por convertirse, con Gustavo Bueno, en el filósofo y sociólogo más importante de España en este último medio siglo. Su historia de las drogas marco un antes y un después, pero todo lo que tocaba Escohotado marcaba un antes y un después: su primer estudio de metafísica y hasta su último libro en el que, como me comentó en aquella entrevista, quería conectar, nada menos, a los filósofos presocráticos con el mundo actual, cosa que también consiguió.

De Ibiza le fascinaban varias cosas: su arquitectura, la capacidad de los ibicencos de antaño de cultivarlo todo y el mundo fenicio-púnico porque Escohotado diseccionaba la Historia como el mejor de los cirujanos, veía en ella los que los demás ni intuíamos. Fue un gran enemigo de los tópicos, de los adoctrinados, de los lugares comunes (incluso los de Marx), de los políticos tan superficiales de ahora, de la falta de cultura, del deficiente sistema educativo que sufrimos, de la demagogia, de los que analizan la economía con cuatro sandeces, de hecho para abrirles los ojos escribió otra obra monumental Los enemigos del comercio.

Políticamente incorrectísimo, con una fuerza en la argumentación cultural que te dejaba boquiabierto. Escohotado --lo decía él mismo-- asistió a la conversión de una Ibiza que pasó casi de la miseria a ser ínsula de millonarios. Descanse en paz, Maestro, deja usted a España como un erial cultural inimaginable, sin casi nadie ya que levante la voz de la sabiduría, y también nos deja usted una docena de libros muy relevantes que no sólo hay que leer sino que hay que releer constantemente, y con vicio, porque nos explican el mundo que nos rodea, incluso cuando el que vivimos ahora esté cambiando tan drásticamente: esa es su gran aportación.