En este tiempo de Adviento nos preparamos para la primera venida de Jesús al mundo. También esperamos la segunda venida del Señor, que ha de venir lleno de poder y majestad. Durante los cuatro domingos que preceden a la Navidad, es necesario que vivamos preparados para recibir con gozo y con mucha alegría la Navidad. Que estemos dispuestos para recibir a Jesucristo, que llegará para la salvación del mundo. Si la Navidad no tuviera como protagonista al Niño de Belén, la Navidad no tendría ningún sentido. Celebraremos, Dios mediante, el misterio de nacimiento del Hijo de Dios. Muchos celebran las fiestas navideñas solamente de un modo externo, luces, regalos, comidas copiosas, jolgorio, y con la presencia de los familiares y amigos. Todo lo cual no es suficiente. Es necesario, además, que los católicos expresemos nuestra alegría y felicidad ayudando a los necesitados, compartiendo con ellos nuestros bienes.

Cristo nace para nosotros. Vayamos a adorarle. El Evangelio nos dice que en la Parusía, o segunda venida de Cristo, habrá señales en el sol, en la luna, y las estrellas; y sobre la tierra, angustia de las gentes. Todos los hombres verán al Hijo de Dios que vendrá a juzgar, con gran poder y gloria, a los vivos y a los muertos.

Antes de la segunda venida de Cristo, tendrá lugar la conmoción de los elementos de la naturaleza; pero esto no significa que la llegada sea inminente. Sí es necesario que todos vivamos preparados. Dios dará a cada persona lo que merece.

Todos confiamos que el Señor es infinitamente justo y misericordioso. El Señor nunca desprecia un corazón contrito y humillado. Por eso le decimos al Señor: En ti  he confiado nunca será defraudado.