Pasaporte COVID-19.

Hace semanas que los hospitales se estaban preparando para esta sexta ola del coronavirus. Y además sabían que sería en noviembre. Un experto decía recientemente que la pandemia puede durar entre dos años y medio y tres años, lo que significa que tenemos que aprender a convivir con el virus tomando todas las medidas necesarias para inmunizarnos. Solo así conseguiremos evitar más muertes, que haya más gente en los hospitales y evitar las secuelas físicas que provoca el covid. También así conseguiremos que la próxima temporada turística sea prácticamente normal, pero lo que parece increíble a estas alturas es que sigamos debatiendo si hay que pedir pasaporte covid para entrar en un restaurante o para tomarse una copa en una terraza. Este verano he tenido que mostrar el pasaporte covid en varios restaurantes en Viena y también en París. También es obligatorio para entrar en museos en la capital francesa. En España no se han atrevido a imponerlo seguramente por cuestiones electorales, que es el principal y único criterio que utilizan nuestros políticos a la hora de tomar decisiones. Pero el pasaporte covid es imprescindible porque nadie se atreve a aplicar la vacunación obligatoria, aunque ese ya es otro debate. En un canal de televisión hacían este lunes una encuesta sobre la medida y un camarero contestaba, muy indignado: «Yo no estoy para hacer de policía. Para hacer de policía pago mis impuestos». Imagino que este mismo camarero evitaría que un cliente entrase desnudo a su establecimiento o que lanzase sillas y mesas por los aires, pero se ve incapaz de pedir un documento a todos aquellos que sí nos hemos vacunado porque creemos en la ciencia y en aquellos que han trabajado durante meses para inmunizarnos o, al menos, reducir el impacto del virus en nuestro cuerpo. Como en otras muchas medidas con el tema del pasaporte covid se está actuando tarde y mal. Debería haberse aplicado hace muchos meses en España, pero no se han atrevido. Lo de siempre.