El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, en rueda de prensa tras la Asamblea Mundial de la Salud. A 1 de diciembre de 2021. | OMS

El director de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, acaba de pedir que nos olvidemos de la Navidad. «Mejor cancelar hoy y celebrar la vida mañana que celebrar hoy y estar de luto mañana», ha afirmado sin que se le caiga la cara de vergüenza. Con más descaro todavía ha añadido que las vacunas no protegen de la variante ómicron y que, por lo tanto, el aparente seguro de vida incoulado en varias dosis no es tal. Así que, de un plumazo, el etíope nos ha llevado de nuevo a marzo de 2020, con matices, pero cargándose el pasaporte COVID y la esperanza.

Ómicron ha hecho que se desate la histeria. Vuelven las deprimentes restricciones y planea la amenaza de otro confinamiento. Luego nos vendrán con la preocupación por la salud mental. En los últimos días, hemos visto cómo en los Países Bajos, el gobierno ha decidido encerrar a los ciudadanos apelando al alto nivel de contagiosidad del nuevo bicho. En Cataluña, después de animar a 35.000 cándidos a salir a la calle el domingo a defender el catalán contra la pérfida España, el Govern acaba de decretar el cierre del ocio nocturno y anuncia toque de queda y trabas varias a lo social para las próximas semanas. Fuentes de la Conselleria balear de Salud aseguraban el viernes que la situación en Ibiza y Formentera estaba «controlada», pero hoy dicen que la cosa se ha desatado. El presidente Sánchez hizo el domingo una comparecencia institucional para anunciar que lo que digan las taifas.
¿Recuerdan cuando nos contaban que con el 70% de vacunados veríamos la luz? ¿O cuando nos hablaban de unos nuevos felices años 20? Pero en 19 meses de pandemia, ¿cuántos hospitales han construido? ¿Cuántos sanitarios han firmado contratos decentes? ¿Cómo se han reforzado la atención primaria o las UCIs? Luego les extraña que hablemos de ‘plandemia’.