El muy cursi ministro comunista de consumo del Reino de España rebuzna barbaridades contra la carne española en la prensa inglesa. Es ciertamente chocante, pero ya estamos curados de espanto con los continuos dislates de una clase política que busca problemas, los encuentra, emite diagnósticos falsos y aplica soluciones equivocadas. El inútil y calamitoso Garzón debería leer más a Groucho y menos a Karl pues, al igual que hay carne alegre y otra atrozmente triste, un Marx es infinitamente mejor que el otro.

Naturalmente que en España le hacemos poco caso (ya veremos las consecuencias en Inglaterra, donde siempre están felices por alimentar la propaganda de la leyenda negra y fomentar el complejo de algunos hispanos sin cultura ni vacas locas).

Tal vez el ministro de Consumo pasó por la Perla del Caribe cuando en el zoo de La Habana rugía el único león vegetariano del mundo. Quedaría entonces encantado con la dieta de frijoles y tostones mientras la mayoría de cubanos –león incluido— suspiraba por un buen filete o ropa vieja. Son los caprichos y poses de los comunistas de dacha y chacha, la izquierda caviar, pijoprogres y privilegiados mamones de la teta pública que pretenden dictarnos el aburridísimo menú totalitario.

Pese a sus antojos gastronómicos, dudo mucho que el ministro de Consumo sepa comer. ¡Tiene un aspecto tan doliente! Si rebuzna tan a menudo, es para que nos acordemos de que existe y gana un sueldo estupendo como ministro de la cosa. Pero el tofu no le hace feliz. Quien ama el placer, ama la vida. Y por eso no se dedica a joder la vida de los otros. También Hitler era vegetariano, abstemio y no fumador, lo cual demuestra que entre los fanáticos totalitarios no hay bon vivants.