Está claro que la efectividad de las normas sanitarias va mucho más allá de su simple aprobación y su publicación en los boletines oficiales y en los diversos medios de comunicación. Resulta imprescindible que, una vez dictadas esas medidas, se sea contundente a la hora de aplicarlas, porque de ello depende que realmente acaben siendo eficaces.

En estas fiestas de Navidad ha ocurrido casi lo mismo que pasó en las del año anterior, con la importantísima diferencia de que ahora hay un alto porcentaje de nuestra sociedad que está vacunado y hace un año no era así.

La vacuna es, sin duda, la principal herramienta para hacer frente a la pandemia de coronavirus y la prueba principal de que eso es una realidad es la diferencia de un año al otro en cuanto a cifras de fallecidos y de ingresos hospitalarios.

A pesar de la evidencia de esta circunstancia, todavía existen grupos de negacionistas que, amparados en argumentos peregrinos, no aceptan ser vacunados y eso acaba poniendo en evidente peligro a la sociedad en general, que tiene que sufrir las consecuencias de las teorías conspiranoicas de esos grupos de inadaptados. Se trata de colectivos que no solo se niegan a ser vacunados, sino que, además, vulneran sistemáticamente todas y cada una de las medidas de prevención sanitaria que son de obligado cumplimiento.

Y es por eso que apuntaba antes la necesidad de la contundencia en la aplicación de las medidas aprobadas para combatir la pandemia. Desde todas las administraciones se viene recurriendo al tópico mensaje reclamando responsabilidad, colaboración y civismo a la ciudadanía en general y está claro que la mayoría sí es responsable y cívica, pero eso no basta, ya que está más que comprobado que los grupos minoritarios que protestan y que están muy lejos del concepto más básico de civismo pueden acabar haciendo inútil el tremendo esfuerzo colectivo de la mayoría.

Para que las normas que la mayoría acatamos resulten efectivas, hay que poner cerco a los que las vulneran descaradamente y encima protestan. No es de recibo que se permitan manifestaciones de cientos o miles de personas apelotonadas y sin mascarillas. Tampoco parece comprensible que, cuando se detecta una fiesta en un local, que en principio estaría autorizado para organizarla pero que se constata que en la misma la gran mayoría de los asistentes no cumplen con la normativa, y en aras de una supuesta cuestión de seguridad por la cantidad de gente que hay en la misma, las fuerzas de seguridad no intervengan para clausurarla de forma inmediata, limitándose a notificar al propietario del local o al organizador la apertura de un expediente sancionador.

Otro ejemplo de ineficacia del todo incomprensible e intolerable es lo que ocurrió en Almería, donde alguien decidió organizar una fiesta rave en una cantera inactiva, invadiendo sin ningún permiso una propiedad privada. La citada fiesta se inició en 31, día de Nochevieja, y no fue hasta pasados tres o cuatro días que las fuerzas de seguridad consiguieron que los más de mil coches y caravanas allí reunidos abandonaran el lugar.

En ambos casos, la única consecuencia real es el supuesto expediente sancionador al organizador del evento, cuando la realidad es que el daño que estos grupos pueden provocar al grueso de la sociedad ya se habrá hecho y sin la menor consecuencia para ellos. Es ya muy evidente que la mayoría de personas que necesitan ingreso hospitalario en Baleares actualmente no está vacunada. Por lo tanto, son ellos los responsables ahora mismo del incremento en la propagación del virus y, por ende, del colapso de los centros de salud.

Como ya he dicho otras veces, para que las normas resulten efectivas no basta con aprobarlas; lo principal es tener la capacidad de hacer que realmente se apliquen y se acaten. Es cierto que ómicron tiene efectos menos graves sobre la población, pero también es cierto que ello coincide con la mayor parte de ella debidamente vacunada. Por lo tanto, cualquier medida que se apruebe y vaya encaminada a dificultar el contacto social de esos grupos de negacionistas y antivacunas solo puede ser bienvenida.