Tolo Gili, posa en la sede del PI en Palma. | Teresa Ayuga

La dirección del PI intenta, casi con desespero, dar la sensación de que no pasa nada, que está todo controlado. En este sentido se explica el acto reciente en Menorca, donde el presidente del partido en Baleares, Tolo Gili, aseguraba que pretendían «reactivar» la delegación insular de la formación. Con apenas 1.000 votos recogidos en 2019 en la isla, un insignificante 2,5%, que lo sitúa a años luz de poder aspirar a un escaño menorquín, el acto no pasaba de ser parte de ese intento de desviar la atención de la grave crisis que afecta a su estructura mallorquina. La ibicenca ya no está en crisis. Ya no está: 75 militantes se escindieron la semana pasada y recuperarán la marca Más Ibiza, lo que deja al PI minimizado a una sola pequeña agrupación local.   

Se comprende la intención de Gili y del resto de la cúpula. En política la capacidad de negar la realidad es tan imprescindible como el respirar para vivir. Pero esta innegable virtud requiere, para poder sacar provecho de ella, la convicción íntima de su naturaleza falsa. Sólo así se la puede usar con inteligencia como propaganda para desviar la atención de lo que no se quiere mostrar –o lo menos posible– y centrar a los fieles en lo que interesa que miren. Con el espectáculo que tiene montado el PI en el Consell mallorquín es bastante improbable –y esto siendo generoso– que actos del estilo de Menorca puedan funcionar para algo como lo referido. De hecho es imposible que sirvan de nada. Lo cual lleva a la conclusión por deducción: que la actual dirección ha tirado la toalla de la negociación interna y que ya da por descontada la escisión también en Mallorca.

Si así fuera resultaría paradójico que esté preparando la negociación con la llamada Coalición por Mallorca –a unión de intereses ultra localistas– de Joan Monjo y a la vez se rinda ante el hecho de que los críticos internos puedan irse para formar otra futura candidatura –como pasará en Ibiza, lo que hará imposible recuperar el sueño de 2015 que a punto estuvo de dar un escaño a los regionalistas– que comprometería la opción de tener diputados mallorquines.