Una niña jugando. | pixabay

Uno de los cambios más radicales que se ha observado en nuestra cultura durante los últimos años es la atención a la educación precoz de los niños. Se lleva a cabo con el convencimiento de que cuanto más temprana sea la adquisición de conocimientos mayor será el grado y la calidad del desarrollo personal.

Sin embargo, otros países del norte de Europa como Finlandia, no le dan tanta importancia al conocimiento precoz y esperan a que el cerebro esté totalmente formado y preparado para aprender.

Los cursos de educación infantil se basan en el juego y es en el primer curso de primaria cuando se enseña la lectura y la escritura. Recordemos que Finlandia sigue situándose como referente en educación en toda Europa según el informe PISA.

Durante los primeros años de vida es importante que el niño experimente y juegue, en este momento su cuerpo se focaliza en el crecimiento físico. Su afán por aprender aparecerá y será en la primaria cuando acoja los conocimientos con motivación.

El juego es una pieza fundamental para el desarrollo saludable del niño: promueve relaciones interpersonales, progreso en la vida afectiva y búsqueda del equilibrio emocional. También desarrolla la autonomía personal del niño ya que ejercita la libertad de elección y por eso le proporciona la dimensión de ser libre, activo y seguro. Además, se pueden estimular actitudes de respeto, de participación, de tolerancia...

El juego es una actividad lúdica tan antigua como la humanidad. El ser humano ha jugado siempre, en todas las circunstancias y toda cultura. De hecho hay quien afirma que la identidad de un pueblo está fielmente unida al desarrollo del juego, que a su vez es generador de cultura. Se trata de un elemento socializador imprescindible en el ser humano, algo más importante que nunca hoy en día.