La similitud con el juego nos puede ayudar a entender porque las normas son necesarias en la familia. | Pixabay

Hace unos días durante la sesión de una de las escuelas de familias, tratando el tema de las normas y los límites en la adolescencia, me vino a la mente aquel anuncio de televisión donde el propietario de un juego de mesa, al ser preguntado por animales de compañía que comiencen con la letra ‘P’ respondía ‘pulpo’ y si el resto jugadores no aceptaba la respuesta como válida amenazaba con llevarse el juego a su casa.

Es evidente que para poder divertirse y jugar a un juego es necesario que existan normas consensuadas, justas, definidas y que se comprendan por todos los participantes, si no es así la posibilidad de fracaso en el juego será alta.

La similitud con el juego nos puede ayudar a entender porque las normas son necesarias en la familia. Si empezamos a jugar un partido de baloncesto y decidimos que no hay reglas probablemente no se botará, se harán pasos, faltas, etc. y con seguridad se terminará el partido por el caos que se ha organizado. De hecho a partir de esta situación nos daremos cuenta que las nomas no son algo malo, sino todo lo contrario nos ayudan a funcionar, solucionar conflictos y divertirnos.

Para que todos los miembros de la unidad familiar funcionen y estén satisfechos es importante que conozcan, identifiquen y cumplan las normas propuestas para tener una convivencia positiva.

En la infancia estas directrices serán más sencillas e incluso más laxas. Es decir, como si estuviéramos en el inicio del juego, no hay tanta tensión, somos menos rígidos, no existen desventajas o conflictos apreciables e incluso podríamos permitir alguna pequeña excepción.

Cuando los y las menores avanzan en edad las normas comienzan a regular la convivencia y la autonomía familiar. En el juego estaríamos hablando de la mitad de la partida, donde ya apreciamos que alguno de los participantes tiene ventaja, pueden aparecer los primeros conflictos, será necesario volver a explicarlas (educativas) para evitar problemas y las reglas comienzan a ser menos flexibles. En la adolescencia las normas se engloban en dos ámbitos: aquellas necesarias para convivir en la casa y aquellas que regulan el funcionamiento autónomo e independiente del adolescente. Continuando con el símil se trataría del final del juego, las normas tiene que ser para todos iguales y ayudar a gestionar las tensiones existentes, dado que la partida está a punto de terminar y se obtendrá el resultado

Recuerda que la adolescencia es la parte final del proceso familiar, donde los hijos e hijas se definen y se encaminan. No es necesario tener muchas normas, cuantas más reglas más difícil jugar, solo aquellas que mejoran la convivencia y generan autonomía familiar. Recuerda que si le dices algo así como «yo puedo hacerlo porque soy tu padre» estás imponiendo «pulpo como animal de compañía».

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