Una niña haciendo los deberes. | Pixabay

Hace unas décadas, en la mayoría de hogares, cuando el niño llegaba con suspensos a casa o tenía una mala conducta se le castigaba severamente. Los castigos podían ser de todo tipo y los escolares lo pasaban realmente mal. Los niños que sufrieron estas represalias hoy en día son padres y son los que deciden cómo educar a sus hijos. Algunos repiten los patrones de educación que tuvieron con ellos, unos pocos intentan tener un equilibrio y muchos protegen a los niños para que no sufran lo que ellos sufrieron. Estos últimos se van al extremo opuesto de lo que experimentaron cuando eran niños, preservan a los pequeños para que no tengan esa mala experiencia e intentan evitar que su hijo sufra. Sobreprotegen al infante. Esta sobreprotección también puede venir de una preocupación por el bienestar de sus hijos o por miedo al entorno. Es un cuidado excesivo del niño que hace que no se le prepare para su día a día futuro.

El afán que tienen algunos padres por querer darle lo mejor a sus hijos hace que se vuelvan tímidos, inseguros, egocéntricos y asociales. Crean una dependencia mutua con el adulto que satisface las necesidades del niño sin que él pueda hacerlo por sí mismo y de esta forma se desarrollan niños sin autonomía y temerosos por tomar decisiones.

La vida tiene momentos difíciles y hay que vivirlos para poder adaptarse al cambio y aprender a salir de los obstáculos. Si el niño supera estas dificultades plantará una semilla de resiliencia y le aportará conocimientos para resolver conflictos en su vida adulta. Respetar al niño es confiar en que es capaz de desenvolverse por sí mismo sin supervisión constante, tiene que sentir que creemos que puede atarse el cordón de la zapatilla él solo sin que tengamos que agacharnos nosotros.