Ya dijimos el otro día que en las guerras se conoce mucha gente, más que en las bodas y funerales, y así nos hemos fijado en la señora Sanna Marin, primera ministra de Finlandia, que si ya cuando en 2019 accedió al cargo llamó bastante la atención por ser la jefa de Gobierno más joven del mundo (34 años tenía la criatura), y muy hermosa al decir de la prensa, ahora ha cogido más actualidad al plantar cara a Putin, y atreverse a decir que Finlandia estudiaba su posible integración en la OTAN. Lo que es muchísimo decir en Finlandia, la más larga frontera europea con Rusia. Se nota que la joven Sanna, de larga melena oscura, ojos azul ártico y ancha sonrisa boreal, criada por su madre y su pareja femenina (por dos madres, en fin), además de discreta ha salido valiente y respondona, como no podía ser menos, ya que aunque los finlandeses llevan más de un siglo preparándose para una invasión rusa, ese es un tema que no se mencionaba. Hasta que ella, oportuna, lo mencionó. Y si cuando esta socialdemócrata a la finlandesa se reunió con el presidente Sánchez en la Moncloa, en enero, no le prestamos mucha atención, ahora es otra cosa. Palabras mayores, la OTAN. Aparte de su famoso sistema docente y su devoción por la jabalina y la sauna, casi todo lo que sabemos de Finlandia lo aprendimos en los hilarantes libros del letón Arto Paasilinna (El bosque de los zorros, El molinero aullador), un maestro del humor negro ecológico que llenaba sus relatos de animales sabios y finlandeses extrañamente aficionados al suicidio. Porque sí, por lo que sea, por si acaso. Ahora ya conocemos más. Que les manda una joven vegetariana, Sanna Mirella Marin, cuyo sueño es retirarse a una granja, pero que ya tuvo que gobernar con la pandemia, y después, con la guerra a la puerta de casa. Y lo de la OTAN. Casi nada.