Una niña jugando a la doctora. | Pixabay

Los adultos tendemos a preguntar a los niños qué quieren ser cuando sean mayores y si contestan que quieren trabajar de algo que económicamente está bien remunerado, aparece la risa floja y el símbolo del dolar en nuestros ojos, incluso les animamos para que le guste. Crecen, y en muchas ocasiones intentamos guiar su camino para que continúen con el legado de médicos, enfermeros, policías u otros trabajos que han pasado de generación en generación en nuestra familia.

Y ahí amputamos su libertad

Si queremos que realmente sea una persona libre deberá elegir él mismo, sin presión, y pensando en lo que realmente le llena. Esto es la vocación. El interés que una persona siente para dedicarse a una forma de vida o a un determinado trabajo, ¿y cómo podemos saber cuál es su vocación o qué es lo que les gusta?

En algunos países del norte, cuando los estudiantes terminan bachillerato, muchas familias les proponen hacer un año de voluntariado para cerciorarse de qué es realmente lo que les atrae antes de decidir qué carrera quieren estudiar. Mientras que para muchos hacer voluntariado es una pérdida de tiempo, para el estudiante que ha empezado una carrera y el segundo año quiere dejarla, hubiera sido un triunfo. Saber qué le motivaba realmente antes de tomar la decisión de lo que quería cursar, hubiera evitado el mal trago haber perdido tiempo, dinero y tener que explicar en casa que no quería continuar con la carrera.

Es cierto que no todas las familias pueden permitírselo.    Otra opción más económica es contactar con un orientador que pueda informar y dar herramientas al estudiante para que se conozca lo suficiente a sí mismo antes de dar el paso. Cada vez vivimos más años y si vamos a estar 50 años trabajando, que por lo menos sea trabajar en algo que nos llena.