Turistas en el aeropuerto de Ibiza. | Daniel Espinosa

Estamos asistiendo a una reactivación económica rápida basada, por un lado, en la recuperación de la demanda y la movilidad y, por otro, en la excelente protección social y del tejido productivo que se ha hecho desde las administraciones y gobiernos. No se ha producido esa destrucción del tejido empresarial ni del empleo que hubiera precisado de una reconstrucción del mismo, sino que estamos en la recuperación acelerada de la actividad y del trabajo.

En lo peor de la durísima crisis sanitaria, hubo agoreros que vaticinaron un futuro de caos y quiebras generalizadas. Hablaban de una decena de años para la reconstrucción de una economía devastada, por una supuesta inacción del Gobierno de España y del Govern autonómico o unas estrictas medidas de reducción de movilidad y aforos. Lo fundamental era argumentar -con supuesta solidez- que se nos venía una enorme crisis de la que sólo podrían salvarnos ellos, los adalides de las medidas de austeridad ya fracasadas en la crisis anterior.

Pues bien, nada de eso ha ocurrido. Vivimos un momento en el que transitamos, sin duda, hacia los mejores datos históricos de afiliación y los más bajos niveles de desempleo. Más de 20 millones de trabajadores en España y un mes de abril en Balears sin comparación en datos históricos: más trabajo que nunca y menos paro que nunca. Porque no sólo es cantidad, sino mejor empleo.

Y tampoco se han cumplido los augurios de que la subida del salario mínimo dificultaría el empleo y aumentaría el paro. Y con esa premisa votaron sucesivamente «no» a que una jornada completa pudiera tener una retribución más digna, y pasara de 736€ a 1.000 en apenas 4 años. Ese «no» era consolidar la idea de la existencia de trabajadores pobres como algo inevitable y no como una realidad ante la que rebelarse. También votaron «no» a la subida de las pensiones, pues consideraban que un 0,25% anual era suficiente, y se opusieron a subirlas un 2,5% este año. Tampoco apoyaron una reforma laboral que permite, por ejemplo, que este mes de abril traiga a Balears un 81% de contratación indefinida, multiplicándola exponencialmente frente a la temporal precaria. Ni siquiera apoyaron los 855 millones en ayudas para esta reactivación y que se otorgaron a nuestro tejido empresarial de forma completa y rápida. Ni SMI, ni pensiones, ni reforma laboral, ni ayudas... Nada.
Hemos de reivindicar que los buenos datos actuales son fruto del pacto social como hoja de ruta. Empresariado, sindicatos y gobiernos han sabido interpretar que, si en algún momento era necesario el esfuerzo de la negociación y del pacto, era en esta crisis. Si en la peor pandemia en un siglo, y con una guerra en Europa, no es necesario el acuerdo, ¿cuándo podría serlo?

En el PSOE lo hemos tenido claro siempre. Otros, fundamentalmente la derecha y la ultraderecha, han puesto por encima sus ansias de poder, que no de gobierno. Quien quiere gobernar desea siempre que a sus conciudadanos les vaya bien. Quien ansía el poder piensa que el caos y el sufrimiento son los mejores caminos para conseguirlo. Por ese camino olvidan que desde la oposición también se ha de procurar el bienestar de la gente y que construir una alternativa ilusionante es la manera más sensata de llegar al gobierno. Instalarse en el «no» nada construye. Oponerse a todo no genera alternativa.

Y, entre tanto y con la foto de Colón en la retina, se van quedando fuera de las fotos de todos los grandes acuerdos sociales. De todos. Tal vez estén ajenos a las prioridades de la ciudadanía.