Hace unos meses, tuve la oportunidad de encontrarme con una joven que se lamentaba de que, pese a haber cursado dos carreras y un máster universitario oficial, no tenía un empleo decente ni un salario acorde con su cualificación. Aseguraba que el empresariado en Baleares sólo pretende explotar a los trabajadores indefensos.

En cambio, otro amigo mío me decía lo contrario. Hacía ya veinte años que no me encontraba con Toni, con quien habíamos compartido trabajo durante mucho tiempo y que hoy dirige la rama del Levante español de una gran empresa global dedicada a la informática y las telecomunicaciones, con miles de empleados. Su compañía es un modelo de capitalismo implacable: «Si no cumples objetivos, no hay segunda oportunidad. Vivo al borde del precipicio». Aunque bien pagado, claro. Me decía que en su empresa los salarios subieron casi un cien por ciento en estos últimos años. Nadie cobra menos de cincuenta mil euros anuales. «Les mandamos el contrato a firmar a su casa, trabajan a distancia y nosotros nos comprometemos a que jamás pisarán la oficina», me contaba para mi asombro. Sin embargo, sus trabajadores viven yéndose y le sobran las vacantes. Hace poco, el mismo día en que empezaba, un joven avisó de que se marchaba. «Lo llamé porque no había tenido tiempo de sentirse a disgusto, pero me dijo que había hecho varias entrevistas de trabajo a distancia y que le había salido otro puesto mejor». Al parecer, tampoco los trabajadores tiene piedad de sus empresarios cuando se trata de dinero.

¿Por qué una empresa tan capitalista paga tan bien y por qué las que empleaban a mi amiga son tan avaras?

El mundo del trabajo es un mercado en el que tanto los trabajadores como las empresas defienden sus intereses: si se puede contratar a un trabajador que acepte menos salario, o si el asalariado puede ir a una empresa que pague más, nadie duda. Nadie. El secreto para el trabajador son los conocimientos –o competencias, para ser preciso–, especialmente si son infrecuentes; para el empresario, cuanto más mano de obra con el perfil que necesita, mejor, porque ahorra costes.

No es una cuestión de títulos sino de si esos títulos reflejan competencias reales y si son demandadas; no es cuestión de avaricia, sino de oferta: pagarán lo que haga falta si tienen clientes a los que no pueden atender por carencia de trabajadores. ¡Vaya si lo harán!

Esto es lo que de alguna manera les dijo el economista Antoni Riera a los estudiantes universitarios en una conferencia que dio hace pocos días en Palma (está en Youtube por su título ‘Por qué pisar el acelerador del talento’). Riera advertía a los jóvenes de que han de ofrecer lo que el mercado demanda. Para mí no es bueno que nos orientemos al mundo laboral pensando exclusivamente en qué tiene salidas, pero tampoco lo es ignorar la realidad.

Riera, sin emplear mi lenguaje, denunciaba que el mercado del trabajo en Baleares está hecho un desastre. Les explicaba que para los puestos de trabajo de baja cualificación, la oferta casi cuadruplica a la demanda; nuestro mercado laboral es apenas un cuarenta y dos por ciento de eficaz que el de la mejor región de Europa; comparando la sofisticación de nuestras empresas con las de la región puntera, apenas estamos a mitad de camino (cincuenta y uno por ciento); y si analizamos nuestra educación superior, está a un treinta por ciento del potencial que ha desarrollado la región puntera. Por eso, en conjunto, nuestra economía tiene una competitividad que nos pone en el lugar 148 de las 233 regiones de Europa. Yo sí creo que ‘desastre’ es una buena definición, porque por detrás sólo queda Rumanía, Bulgaria y tal vez Grecia.

Esto es grave porque nadie es consciente de este desfase. Nos regodeamos con la idea falsa de que somos punteros, ignorando que para el mundo tenemos el turismo y poco más. Somos complacientes estando a la cola de Europa, lo cual es inadmisible.

Aquí hay muchos desajustes. El sistema educativo es pésimo y está empeorando. Lo dicen todos los estudios, excepto el conseller, lo cual confirma lo mal que vamos. Socialmente, nadie piensa en términos de mercado del trabajo y sí en tonterías como que el empresariado sólo quiere explotar y ganar el máximo. ¿O es que hay alguien que no quiere hacerse rico en un plis plas? Con empresas sin innovación, con un mercado laboral opaco, con una idea funcionarial del empleo, con conceptos sobre movilidad totalmente desfasados, es normal el subempleo entre los licenciados y el paro entre los menos formados.

Algún día deberíamos mirar el mundo no para aplaudirnos sino para aprender.