Un sanitario de Ibiza durante la pandemia del coronavirus. | Marcelo Sastre - Archivo

Hoy hace dos años fue el homenaje que realizamos a los médicos fallecidos por COVID, en toda España. Es esto lo que remueve y me motiva ahora, para escribir de nuevo como testimonio y homenaje a los 130 médicos fallecidos por y en la pandemia. Es una aniversario Killer, pero es un buen un día para volver a colgarse crespones en los corazones, en recuerdo de todos los sanitarios y no sanitarios muertos, con mención especial a los médicos fallecidos, de ellos muchos de la abnegada y no reconocida en su valía y tarea, Atención Primaria. Es una fecha para que nuestra memoria y agradecimiento los siga honrando por su ejemplaridad y compromiso. Ya nunca volverán a estar ahí. Murieron, de servicio, al pie del cañón y con las botas puestas.

Por estar ahí, diagnosticando, tratando, aliviando, consolando  y cuidando tan próximos a sus pacientes, no están ahora aquí. La proximidad al paciente se simultaneaba con la toma diaria de decisiones estratégicas tanto hospitalarias como en atención primaria, donde la atención telemática pasó a primer lugar. Siempre en el vértice de la pirámide. Nunca tantos les debieron tanto a tan pocos Nadie se imagina el doloroso momento en que los médicos transmitían por teléfono a los parientes, la muerte de su familiar, del cual no habían podido despedirse. Eran minutos heroicos donde la empatía se vehiculizaba a través del silencio compartido y fértil.

El colectivo médico ha sido con mucho, la categoría más «castigada» y no hay Alzheimer tan amnésico que nos logre hacer olvidar la ejemplaridad, el espíritu de sacrificio y los valores de nuestros 130 compañeros fallecidos. Dato demoledor. Número pandémico. Cifra bélica en un contexto de paz, donde los médicos afrontaron una gran crisis sanitaria, sin protección en la primera y segunda ola, sobre todo y con la variante más asesina del Covid, haciendo estragos. Aquí en Baleares, tres colegas fueron enterrados y varios de los supervivientes, con secuelas persistentes. La sangría fue insoportable, ya que hablamos de un escenario sanitario y no, reitero, de un escenario de guerra. Es inconcebible que esto haya ocurrido en una España del siglo XXI. Las comparaciones son odiosas si los referentes son la mayoría de los países de la UE. No me mueve el re-sentimiento pero no me consta que en las recurrentes y obscenas ruedas de prensa desde el púlpito gubernamental del innombrable «ex -perto portavoz-altavoz«, se hiciera ninguna mención a los colegas muertos por la pandemia.! Como nos sobraron las ‘simonadas’ narcisistas y manipuladoras del portavoz de Gobierno.

¡Cuántos agradecemos su silencio! Si ocultaban a los muertos reales, como no iban a hacerlo con los abnegados médicos, que morían en un goteo trágico e interminable, sin protección alguna. Fue muy duro y no hay callo mental para soportar tantos muertos y compartir con sus familiares su dolor. El gran coste en vidas dice mucho de cómo fueron cuidados los profesionales por el sistema sanitario. Y por otra parte, es el mejor indicador del compromiso y la profesionalidad del colectivo, que a su vez delata y denuncia la insoportable levedad e irresponsabilidad de una imprudente y mediocre administración sanitaria. Las imágenes de cómo fueron equipados y protegidos los profesionales dañan la retina y es una úlcera permanente en la niña de los ojos de cualquier ciudadano bien nacido. Estas imágenes tatuaran nuestra memoria por mucho tiempo. Cuando nuestra alforja estaba repleta de dolor, miedo, inseguridad, sufrimiento, desánimo los pseudo portavoces, pseudo líderes mediocres y demás flora y fauna de la colla política que estaban (y siguen) okupados en la contienda perversa, partidista y donde hay que cargarse o aniquilar al otro.    ¡Cuánto nos tocaron las gónadas, estos de-sustanciados (déficit de sustancia gris cerebral) y con un neo-córtex similar a los primates ¡. Hoy donde hay homenajes merecidos por doquier y se celebran Días conmemorativos de diversas profesiones sanitarias que se comportaron con altos niveles de excelencia profesional, echo de menos un reconocimiento explícito por parte de las administraciones públicas de los Médicos muertos en activo por el Covid 19.

Ellos ya no están pero queda el resto de los colegas, que no los olvidamos y que sabemos que la relación médico paciente, que es    nuestro ADN milenario, ( inscrito en el Código de Hammurabi ), es el paradigma y la piedra angular donde se articula el arte y la disciplina humana, por excelencia: La Medicina    con mayúsculas . Ese es el legado que nos han dejado los 130 colegas. Por eso dieron su vida, por elevar la relación médico paciente al máximo nivel de compromiso.   

Sin sobreactuaciones e imposturas. De forma callada, anónima. Por estar cerca, al lado y con el paciente. Los médicos hemos aprendido, esta durísima lección, a pesar de que la clase política sea incapaz de reconocer y valorarnos como nos merecemos. No necesitamos la empatía de los seudolíderes políticos, a los que hay que recordarles que no hace falta apagar la luz del prójimo (es decir el faro médico) para que brillen otras luces de otros colectivos profesionales. Mi memoria y mi agradecimiento a todos los sanitarios y no sanitarios, a los vivos y a los muertos, especialmente (es mi elección) a los 130 colegas muertos y al resto que siguen vivos y que tuvieron el azar positivo, (que no el cuidado de los políticos), teniendo en cuenta el altísimo número de contagiados, de su parte. Ahora la lucha es por la dignificación laboral y retributiva de los 3.500 médicos del IB SALUT. Nos lo deben y así lo exigiremos.  Ya saben en derrota transitoria pero nunca en doma.